La película no se maneja bien con la hondura sentimental que una mujer como la protagonista gestiona en su odisea afectiva. Ni se justifica bien el daño o el sufrimiento que ocasiona su adicción al sexo, ni se justifica bien su radical cambio al emparejarse, ni se justifica con suficiencia su introducción a la prostitución... falta profundidad, falta comunicar más y sobre todo comunicar mejor.

Tampoco funcionan las interpretaciones, excepto la de Ángela Molina y quizá la del cliente andaluz. El resto, o simplemente aceptables o básicamente malas como la de Sbaraglia o la del amigo de color. Y tampoco el ritmo es bueno, no se ha sabido cortar, por ejemplo, el metraje excesivo, aburrido, de la fase del actor argentino.

Una pena, porque el director sí nos regala con una estupenda fotografía y en general un producto técnicamente riguroso.

Pero sería un error resumir diciendo que es una película para hacer un dinerillo con el sexo fotografiado y la excusa barata de una historia de mujer, ni mucho menos. No se esconden los cuerpos, se exhiben, sí, pero es que toca ilustrar la vida de una 'ninfómana' (que entrecomillo porque no sabe uno si al escribir la palabra ya lo van a etiquetar de antigualla reaccionaria) y eso requiere mucha piel y algunos jadeos, es pura lógica.

No es una de aquellas películas S para los salidillos del barrio, aunque ellos la consumirán sin duda, pero lastimosamente no cuaja como lo que quisiera ser, una historia de esas que nos remueven cosas de muy adentro y hacen que nos detengamos en el mundo interior de personas netamente diferentes a nosotros, o al contrario, que nos ayuden a identificarnos, a reconocernos en otros.

Las mujeres puntúan mejor esta película que los hombres y una amiga mía sí afirma haber notado parte de esa profundidad que yo he echado de menos. Interesante, eso voto. Pero no más. Ni menos.