Desde el principio se recrea en situaciones incómodas como recurso humorístico, lo cual ya supone una notoria decepción.

La primera toma de contacto entre San Juan y Alterio es una astracanada, como si se conocieran de toda la vida, muy forzado.

En general, el humor que hay en la película no lo encuentro ni muy inspirado ni ingenioso (costumbrismo trasnochado de serie televisiva por un lado e ironización acerca de la llegada de las nuevas tecnologías por otro, pero lo veo todo de trazo demasiado grueso: todo el mundo es bruto, molesto, desagradable o idiota), los personajes denotan una actitud infantil, y las situaciones son absurdas, delirantes, nada creíbles. Ahí estará la gracia y si, alguna broma aislada o detalle puntual puede divertir y suscitar simpatía, pero tantos disparates seguidos abruman por lo que queda un conjunto pesado que no va a ninguna parte.

Lo peor es que el guión da la sensación de haber sido escrito en tarde y media, no tiene emoción por ser un mecanismo demasiado sencillo, en el que todo vale. Por poner un ejemplo, explota el tópico de cincuentón y treintañera buenorra que se enamoran. Es una trama de fórmula que ya nos conocemos y que si no está bien representada se hace cansina porque ya la has visto en demasiadas ocasiones. ¿Y qué tenemos aquí? Ataques, reproches, histerismo, nerviosismo extremo... Juntamos tópicos facilones y tenemos una nueva película que no transgrede, no conmueve ni inspira ternura: busca causar unas sensaciones tratando de alterar las emociones del espectador, pero tal y como se emplea aquí es una plantilla desgastada, no transmite encanto ni en su intento por erigirse en una 'good feel movie' porque al ser tan limitada se le ven demasiado las costuras, pierde la magia.

A pesar de todo, se deja ver por la acumulación de incidentes narrativos, por la rapidez mental de los actores y por el sempiterno desfile de frikis, marca de la casa. Aunque el balance sea negativo no todo es horrible.