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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Ciencia ficción. Acción En un futuro no muy lejano el boxeo es robótico: en los combates ya no se enfrentan seres humanos, sino robots humanoides, sofisticadas máquinas diseñadas para luchar. Charlie Kenton, un antiguo púgil que casi llegó a alcanzar la gloria, está pasando una mala racha como promotor de combates. Un día, encuentra un viejo robot desechado y, al comprobar que es un gran boxeador, decide entrenarlo. (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se especifica el año, pero si se habla de 2014 como si fuese lo más lejano del mundo, debemos suponer que «Acero puro» se desarrolla de aquí a bastantes décadas. A simple vista, la única diferencia es que el boxeo ha sido sustituido por un boxeo-robótico, donde son unos robots gigantes los que se parten la cara de acero. Este es el marco de la historia para una película que no me inspiraba ninguna confianza y que sólo por la relación paterno-filial y por Hugh Jackman salva un poco la vergüenza.

A Hugh Jackman le otorgué hace ya unos añitos el sobre nombre de «el cuerpo», porque mira que está estupendo este varón: tan alto, con esos brazos, hombros, torso... Además que lo lucen, que va y se quita la camiseta sin ningún motivo aparente y delante de la pobre Evangeline Lilly, que aguanta como una campeona las ganas de abalanzarse a su fornido cuello. Que se le nota en la cara lo que está pensando. Lo que estamos pensando todas, claro. Sin embargo, Jackman interpreta a Charlie Kenton, un desastre de hombre y padre al que empiezas odiando y terminas encariñándote con él. Para que eso pase, tendrá que hacerse cargo y, con ello, responsabilizarse de su hijo de once años, Max, un muchacho que parece diez años más viejo y que se pasa de prepotente e independiente. También es verdad que casi estás dispuesto a perdonarle sus chulerías y su impulsividad (la misma que critica en su padre..., ¡adiós coherencia!) cuando le ves llorar de emoción y de orgullo en determinado momento.

Ahora bien, tómate «Acero puro» como una exposición de efectos especiales, guión predecible casi escena por escena, cero valores nobles para niños, adolescentes y adultos (¡cuánto une el dinero!, ¿eh?, ¡y qué fácil ser campeón del mundo!, de hoy a mañana), sensiblería tópica aunque efectiva, y ejemplo de mediocridad futurista: me parece el colmo de la involución que el ser humano prefiera ver cómo unas máquinas teledirigidas chocan unas contra otra, en vez de la grandeza, el esfuerzo, la voluntad y la potencia del Hombre, con su instinto, sus emocione y su inteligencia puesta al servicio del deporte.

Entretiene, y de vez en cuando hasta te ríes de sus pamplinas.
Kaori
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