Vale, con esta película sí me he reído. Un par de veces, no mucho, pero ya es algo. Leo por aquí toda clase de críticas maravillosas sobre lo divertida y estupenda que es «El Navegante», pero yo no puedo dejar de pensar que no se trata más que de sesenta minutos medio entretenidos con un sentido del humor en su mayor parte basado en golpes y caídas que el tiempo ha superado y una historia más simplona que ingeniosa.

Siempre he dicho, y me reitero, que cada uno se ríe de lo que quiere, así que yo me he reído con la baraja de cartas y el momento buzo tratando de subir por la escalera en el barco. Está bien, pero no hay mucho más. Parece que por el mero hecho de ser muda y de Buster Keaton ya hay que ponerla por las nubes, y el arte no funcionan así.

El caso es que dos jóvenes herederos se verán a la deriva en un buque solitario en alta mar y tendrán que aprender a valerse por sí mismos. La idea es buena, pero en mi opinión la exageran demasiado como para que funcione como merece. No saber desenvolverse en la cocina por desconocimiento es una cosa y otra distinta es que sea por torpeza. De nuevo parece que la gracia está en la falta de luces, no en el entorno que te empuja a una situación que te descoloca.

Tocada y hundida.