Casey es una chica traumatizada por unos terribles eventos vividos anteriormente. Al volver al instituto tras un período de ausencia vuelve a ser una víctima, ya lo fue anteriormente del abuso por parte del patriarcado y ahora, lo será del acoso a la que le someten en el instituto sus propias compañeras. Humillada, ignorada, apartada, objeto de mofa y de insultos, en fin, un auténtico cuadro.

La realidad es que todo es una patraña, la realidad es que Casey es mala y, además, de cojones. Revierte la situación a base de puro maquiavelismo, llegando incluso a matar.

Lo que siempre me llama la atención sobre mujeres malas, que se reflejan tanto en literatura como en cine, es que siempre se intenta encontrar justificación para sus actos.

En el caso que nos ocupa Casey era mala porque era así, nació así, y se desarrolló así. Casey hacía lo que hacía porque le salía del coño, además, se lo pasaba bien, period.

Llega a ser la chica más popular, la más querida, con su particular séquito de lelos (chicos) y de abducidas (chicas), salvo las dos únicas chicas que estuvieron con ella y la ayudaron, en sus momentos más difíciles. Taylor (Kara Royster) y Reagan (Bayley Corman), sus ahora defenestradas mejores amigas, serán también quienes desenmascaren a la falsa víctima y asesina.