Curiosa película rodada como falso documental y con grabaciones inéditas, que para el espectador despistado puede llegar a impresionar, si se cree todo lo que ve en la pantalla, cuando dicen que todo lo contado es real.
Jugando con ese elemento sorpresa, tan usado en los filmes de falso documental, rodado con una cámara en mano, para atraer la atención de un producto que, quitando el impacto morboso que provoca en el espectador confiado, ante todo lo que ve ante sus ojos, la película se queda en una broma mas o menos interesante, dependiendo de la calidad de la historia y la interpretación de los protagonistas.

Cierto es que en esta ocasión la historia podría haber pasado por un hecho verídico, ya que su director Barry Levinson cuenta con elementos tan reales como una extraña bahía contaminada y un virus letal en forma de agresivos parásitos. De ahí que la película entretenga y acojone a partes iguales.
Entretiene por la historia morbosa que nos cuenta, mezcla de amenaza bacteriológica e infección pseudo-apocalíptica.
Acojona porque el señor Levinson juega con la psicología de todos los espectadores, al mostrarnos unas larvas invasoras que penetran en el organismo de un ser vivo y lo devoran desde dentro, para salir en pocas horas al exterior transformado en un repugnante bicho adulto con la finalidad de reproducirse y poner huevos.
Sin embargo, la cinta no convence del todo, no por su historia que podría ser real, sino por la forma monótona y repetitiva que tienen de contarla.