Suspiria es sin duda un filme que puede llegar a gustar o no. Sin embargo, hay que reconocer que el encanto de ésta película viene dado por la iluminación tan colorida que se le da a las escenas. Es sin duda un espectáculo visual digno de contemplar.

En ésta ocasión, Dario Argento ha dejado un poco de lado las escenas sangrientas (que las hay), que tanto caracteriza a sus películas, para introducir un toque épico, mezclado con ciertos elementos de brujería y misterio.
Como se puede ver en éste metraje, el señor Argento sabe mezclar éstos elementos valiéndose de una especie de lienzo visual, donde plasma los rojos, los verdes, los amarillos y los azules para crear atmósferas de increíble belleza, dotando a la película de un aspecto imponente, para adentrarnos en un mundo insólito, fantástico y original, pocas veces contemplado en el séptimo arte.
La magia de ésta película está ahí para el que lo quiera ver, pues entra por los ojos como una droga alucinógena, para sedar nuestros sentidos y envolvernos en una historia un tanto extraña, que sin embargo atrapa al espectador. Llevándonos en un viaje por una academia de danza que parece sacada de un atípico cuento de terror.

Digno de mención es el inicio de ésta película, cuando su protagonista Jessica Harper llega a la academia envuelta en una feroz lluvia torrencial, cuyo interior aparece iluminado por pálidos tonos rojizos, anunciándonos sin saberlo, la muerte mas impactante de toda la película, bajo el sello tan característico de Dario Argento.

La película está rodada en el año 1976, pero a diferencia de otras cintas, que con los años quedan desfasadas, en Suspiria nos encontramos que el paso del tiempo no parece afectarla, convirtiéndose en un filme atemporal. Puede que debido al embrujo que producen sus imágenes, o la atmósfera asfixiante que flota a su alrededor, lo cierto es que dota a ésta obra visual de una grandeza que la eleva merecidamente a una película de culto.