... es el peor oficio del mundo, en dura competencia con el de política, monstruo bicéfalo, con mucha diferencia sobre el resto, como aquí se aprecia con todo lujo de detalles; gente sin alma ni vergüenza, mentirosos natos, la mediocridad más extrema como santa bandera, todo por la pasta, la supervivencia abyecta.
La película es muy lamentable. Qué mal se trata al boxeo en el cine, qué poco respeto se le tiene, cuánta vileza y grosería, qué mirada tan rastrera y porcina.
Desde el mismo inicio es una basura, como si no hubiera millones de boxeadores mejores para hacer carrera con ellos y no uno que es literal y completamente incapaz, dios mío, de pegar o recibir un solo, sí, hemos dicho uno, puñetazo, en fin, pero cómo se les ocurre semejante idiotez/dislate. Con uno medio normal, que los hay a patadas, y ha habido siempre, por cierto, los malvados gánsteres se hubieran ahorrado billones de problemas absurdos de un plumazo, no hubieran tenido la necesidad de comprar a casi nadie, de hacer tanto el ridículo, qué vergüenza.
A otros deportes o espectáculos de masas se les trata mejor, no se recurre con tanto descaro/desprecio al morbo más oligofrénico, a una historia tan grotesca, exagerada y aberrante, tan obvia y maniquea, tan previsible y moralista, gruesa y zafia, tan estúpida, en definitiva.
¿Por qué esos extremos, esa constante obscenidad narrativa, por qué tanta exaltada banalidad, esa truculencia?
Claro que ha habido corrupción, y la habrá, pero no de esa manera tan pueril y aparatosa sobre todo cuando hablamos de las más altas esferas, de la lucha por el campeonato del mundo nada menos, no del club de jubilados de mi pueblo y su liga de petanca.
Y es incluso mucho peor por su ritmo vibrante, martillo pilón que percute, porque todo está medido y bien armado/calculado, cada línea de diálogo o reacción de cada personaje controlada para provocar histeria sentimental/moral, para llamar la atención de la forma más cazurra y zarrapastrosa, tan chillona que ahoga.
En fin, un horror sin apenas parangón.