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Voto de Ferdydurke:
5
7,6
3.560
Drama
Elmer Gantry (Burt Lancaster) es un hombre atractivo, oportunista y absolutamente inmoral. Tras asistir, por casualidad, a una reunión religiosa, se da cuenta de lo fácil que es ganar dinero como predicador y se convierte a la religión Evangélica. Con la hermana Sharon Falconer (Jean Simmons) a su lado, Elmer pronuncia unos estremecedores sermones que le permiten conseguir fama y dinero. Pero un periodista (Arthur Kennedy) sigue sus ... [+]
9 de agosto de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasmábase. Cóctel de gambas. El tren. La era de la aspirina.
Es una película interesante porque tiene buenos personajes y situaciones poderosas y metáforas, ruido y furia, un retrato de América, en su debe que dramáticamente es muy gruesa, chillona, estrepitosa, tosca, conducida y pedestre, altisonante, vocinglera, exagerada, expresionismo feroz y subrayado soliviantado, odio a la sutileza.
El periodista es Pepito Grillo, el personaje más honesto (no así los periódicos), el que observa o mira con benevolencia socarrona compasiva, Elmer, el protagonista, es una atronadora fuerza de la naturaleza, compleja, claroscura, rica, ambigua, lo mismo que ella pero la santa es más débil, frágil y vulnerable, flor marchita que él revive (brujas de eastwick), vida le insufla, casi todos individualmente valen, más o menos, la pena, lo cual, su valor humano, se difumina o degrada esfuma en cuanto forma parte de instituciones, grupos o masa, todos los cuales son vistos como chusma infecta y manipulable lerda mezquina e histérica o totalmente corrupta abyecta.
Sí, la religión es el opio del pueblo, un espectáculo horrísono baboso morboso mostrenco en manos de mercaderes con pocos escrúpulos o ninguno, un circo, un horror y un calmante purgante, la vida es muy sórdida, hay que escapar de ella como sea, agarrarse a lo que salga o surja (mejor Dios que una mierda de aspiradora).
América es un abrevadero, llegados de todas partes del mundo y en medio de una inmensidad, de ninguna parte que es todas a la vez, la religión, allí, es más necesaria que nunca, tiene un significado, ardiendo clavo (a falta de otra cosa).
Al final, lo de siempre, la mentira como esperanza, la burda narrativa como narcótico o moral viático, efecto placebo, el dinero y el amor (sexo) moviendo los hilos, de fondo, eso es todo si le sumas la muerte como el límite del teatro de variedades, su techo.
Es una película interesante porque tiene buenos personajes y situaciones poderosas y metáforas, ruido y furia, un retrato de América, en su debe que dramáticamente es muy gruesa, chillona, estrepitosa, tosca, conducida y pedestre, altisonante, vocinglera, exagerada, expresionismo feroz y subrayado soliviantado, odio a la sutileza.
El periodista es Pepito Grillo, el personaje más honesto (no así los periódicos), el que observa o mira con benevolencia socarrona compasiva, Elmer, el protagonista, es una atronadora fuerza de la naturaleza, compleja, claroscura, rica, ambigua, lo mismo que ella pero la santa es más débil, frágil y vulnerable, flor marchita que él revive (brujas de eastwick), vida le insufla, casi todos individualmente valen, más o menos, la pena, lo cual, su valor humano, se difumina o degrada esfuma en cuanto forma parte de instituciones, grupos o masa, todos los cuales son vistos como chusma infecta y manipulable lerda mezquina e histérica o totalmente corrupta abyecta.
Sí, la religión es el opio del pueblo, un espectáculo horrísono baboso morboso mostrenco en manos de mercaderes con pocos escrúpulos o ninguno, un circo, un horror y un calmante purgante, la vida es muy sórdida, hay que escapar de ella como sea, agarrarse a lo que salga o surja (mejor Dios que una mierda de aspiradora).
América es un abrevadero, llegados de todas partes del mundo y en medio de una inmensidad, de ninguna parte que es todas a la vez, la religión, allí, es más necesaria que nunca, tiene un significado, ardiendo clavo (a falta de otra cosa).
Al final, lo de siempre, la mentira como esperanza, la burda narrativa como narcótico o moral viático, efecto placebo, el dinero y el amor (sexo) moviendo los hilos, de fondo, eso es todo si le sumas la muerte como el límite del teatro de variedades, su techo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Ella llega a su meta y muere, para qué más, basta ya, cansada de girar como una noria, de rodar como una peonza, aquí paz y después gloria. Él sigue, estrella errante, gajo desgajado, lobo hambriento, mefistofélico, es el diablo (casi cojuelo), un demonio la mar de bueno, Al Pacino y Jack Nicholson, es Robert De Niro.
Tiene algo/un aire Ciudadano Kane (ese vigor, aquí pintarrajeado, más agonizado, exaltado, espuma por la boca, esa visión bestia y estilizada, pero Orson es más frío hierático y ampuloso sardónico altivo, más analítico y estirado soberbio, más Nabokov, menos brutalmente populachero) y también de Tennessee Williams (el melodrama que deriva hacia el frenopático, de pasiones abismo, al ataque de epilepsia, los deseos y sus cumbres borrascosas, asesinos natos, en el cuerpo fuego, espanto y civilización, barbarie y modales, culebrón, ascensos místicos, caídas en desgracia, salchichón, volcán, crecepelo, enredo, panegírico y diatriba, poesía vitalista atormentada sibarita, delirio, faulkneriana y Flannery O'Connor y Scarlett O'Hara).
La película en cierta mucha manera quiere a los marginales, ama a los desheredados de la tierra, a la pobre gente dostoievskiana, humillados y ofendidos (no ofendiditos), las uvas de la ira, a los caraduras y pícaros, luna de papel, esta obra es un Dios compasivo promiscuo, los últimos (¡no?) serán los primeros, luz de agosto, true detective, viridiana, los olvidados.
Él está absurda brillante monstruosamente hipervitaminado, hasta las trancas drogado (en cuerpo y en lo otro, lo mismo en este caso), se pasa/Ella tiembla/El otro, menda, comenta, glosa, a pie de página cuenta.
Está muy bien realizada la del fuego escena eccema final, supura.
Richard Brooks, un director/autor con sello propio, ambicioso intelectualmente y a la vez tremendamente popular, salvaje y accidentado, académico, literario y grand guignol, de contrastes, potente, incendiario, convencional, un pintor de trazos gordos rojos como la sangre de un vampiro de la Hammer, ese es su color torero, una rara avis de la industria a la que quizás le falta o faltó algo más de (auto)control y medida, tino, tiento, o atención al detalle o criterio, distinguir el grano de la paja, o humor del bueno, el que pasa de contrabando todo tipo de maldades, de estraperlo, para ser bastante más grande si cabe (que sí), en fin, (muy) apreciable, común y único, destacado, curioso.
Tiene algo/un aire Ciudadano Kane (ese vigor, aquí pintarrajeado, más agonizado, exaltado, espuma por la boca, esa visión bestia y estilizada, pero Orson es más frío hierático y ampuloso sardónico altivo, más analítico y estirado soberbio, más Nabokov, menos brutalmente populachero) y también de Tennessee Williams (el melodrama que deriva hacia el frenopático, de pasiones abismo, al ataque de epilepsia, los deseos y sus cumbres borrascosas, asesinos natos, en el cuerpo fuego, espanto y civilización, barbarie y modales, culebrón, ascensos místicos, caídas en desgracia, salchichón, volcán, crecepelo, enredo, panegírico y diatriba, poesía vitalista atormentada sibarita, delirio, faulkneriana y Flannery O'Connor y Scarlett O'Hara).
La película en cierta mucha manera quiere a los marginales, ama a los desheredados de la tierra, a la pobre gente dostoievskiana, humillados y ofendidos (no ofendiditos), las uvas de la ira, a los caraduras y pícaros, luna de papel, esta obra es un Dios compasivo promiscuo, los últimos (¡no?) serán los primeros, luz de agosto, true detective, viridiana, los olvidados.
Él está absurda brillante monstruosamente hipervitaminado, hasta las trancas drogado (en cuerpo y en lo otro, lo mismo en este caso), se pasa/Ella tiembla/El otro, menda, comenta, glosa, a pie de página cuenta.
Está muy bien realizada la del fuego escena eccema final, supura.
Richard Brooks, un director/autor con sello propio, ambicioso intelectualmente y a la vez tremendamente popular, salvaje y accidentado, académico, literario y grand guignol, de contrastes, potente, incendiario, convencional, un pintor de trazos gordos rojos como la sangre de un vampiro de la Hammer, ese es su color torero, una rara avis de la industria a la que quizás le falta o faltó algo más de (auto)control y medida, tino, tiento, o atención al detalle o criterio, distinguir el grano de la paja, o humor del bueno, el que pasa de contrabando todo tipo de maldades, de estraperlo, para ser bastante más grande si cabe (que sí), en fin, (muy) apreciable, común y único, destacado, curioso.