Muere hasta el apuntador, los matan a todos, a los tres de la disco o garito o chabolo les espera la parca motorizada con la guadaña afilada a la salida, en cuanto salgan, matarile.
* Lo mejor tal vez sea la historia entre Brena y ella y cómo al final bailan, all that jazz, vale. Pero a cambio la del chaval Ammann con la compañera nada y la de Betibú con Coronado tampoco.
Es una historia muy tópica y desconectada de todo, muy genérica, sin relación, malotes ricos porque sí, perversión, por puro sadismo, por goce, horror que suponemos que se lo da u otorga la clase, viene de cuna, como el soldado y el valor, todo junto, el dinero y el espanto, a mayor riqueza aumenta la degeneración degradación, no cabe otra, mitificación a la inversa, sublimación retorcida de esa gente o estatus, idealización culpable, negación del costumbrismo tedioso también en ellos, como si no fuera posible esa mediocridad, como si estuvieran eternamente inmersos en grandes pasiones románticas y torturadas, mirada anhelante del de abajo que imagina que los de arriba son especiales, terribles, tremendos, de una gran estatura (in)moral, no como el resto que se conforma con ir al supermercado, ver la tele y que tiene como mayor atrocidad no hacer la cama, y, para remate o colmo, después una organización que todo lo puede y domina, qué miedo, y aniquila y que parece sacada de una mala novela pulp de todo a cien de tres al cuarto, te vendo mil al peso, al kilo, algo muy obvio y pueril, elemental, simplón y abracadabrante, como de Falcon Crest y ni tanto.
Y además a veces el ritmo se detiene sin motivo o se acelera sin mucho criterio. Mercedes me gusta y el enamorado también, pero es una película más disfrutable superficialmente o llevadera que buena, una pena, está llena de fruslerías, falencias, flatulencias, naderías, desaprovechamientos, de agujeros.
La escena en la noche con el tipo que entra y la mira...