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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
5
Romance. Drama. Western Bud Davis es un joven vaquero que se traslada desde un pueblecito de Texas a Houston. Su intención es encontrar trabajo y divertirse. Pronto empieza a frecuentar el "Gulleys", un local de música country en el que se enamora de la bella Sissy. (FILMAFFINITY)
30 de octubre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodeo, Country y amores enrabietados y muy enritados e inritados.
John y Debra en el máximo apogeo de su belleza juvenil. Scott Glenn como tercero en discordia, Madolyn Smith pasaba por allí con su cabellera morena de mujer fatal y Barry Corbin (siempre será el gran Maurice Minnifield de Doctor en Alaska por mucho que se ponga a otras alimenticias labores) remata la función como tío Bob.
La historia es previsible, tópica y consabida. Respeta el recorrido conocido.
Como una etapa del Tour de Francia. Comienzan rodando por un valle, a buena velocidad, a continuación suben un escarpado puerto, gloria de la historia, llegan a lo alto plenos como nunca, siguen, bajan la montaña, caen muy hondo, hasta el fondo del precipicio, para, ya cansados pero todavía esperanzados, volver a ascender hasta los cielos del Everest del amor y la vida y llegar por fin escapados, fuga feliz mediante, cogidos de la mano (como los enormes Lemond e Hinault, tan míticos, hicieron en el ochenta y seis, reconciliados tras muchos dislates y desafueros, un el último hurra por ellos) huyendo de un pelotón monstruoso (formado por un solo individuo en este caso, el corredor más villano y temido de todos, el ogro, el inefable Lance Armstrong), cruel e insensible, incapaz de entender de ternura y amabilidad.
La única novedad en el frente, más allá de la cuestión geográfica y los usos y costumbres sureños reducidos al tipismo más básico y bonachón, reside en el obsesivo, y por momentos muy cansino, escenario en el que se desarrolla casi toda la historia, ese bar-museo-gimnasio-parque temático-hondonada tejana y vaquera en el que lo mismo te das de mamporros con los colegas más recalcitrantes que te ligas a las andobas o maromos más sabrosones, te echas unos bailes que ni Fred Astaire o te subes al toro mecánico y te partes en dos o veintidós, lo mismo nos da. Lupanar, pressing catch, plaza de toros, hipódromo, lugar de citas, reunión de gañanes y cenáculo de señoritas, todo cabe en ese concentrado y destilado de las esencias norteamericanas más añejas y ya en vías de extinción.
La otra rareza, un poco, más o menos, es la apariencia de realismo rudo, minucioso y sobrio que oculta con poco disimulo una película juvenil de las de toda la vida de dios (Karate Kid o Rocky o incluso Flashdance tienen exactamente la misma estructura), en las que chico o chica humilde de orígenes escasos se abre camino en la gran ciudad a través de sus habilidades deportivas artísticas y consuelos amatorios, ya sea el karate, el boxeo, el baile o el rodeo, con, eso sí, la originalidad en este caso de un toque a lo Cowboy de medianoche, sin, por supuesto, la sordidez y grandeza de aquel estupendo personaje que interpretó Jon Voight, aquí más moderado, todo, y mojigato.
No está mal, aunque quizás le sobren muchos minutos y la premisa sea demasiado obvia como para que uno se entusiasme demasiado. Se deja ver.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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