Un hora y quince minutos, que no es poco, Dani de la Torre como director y Patxi Amezcua como guionista mantienen notablemente el sueño de que lo que estamos viendo es una producción brillante de género que tira de cinefilia para trasladar a nuestros lares una historia patria de canallas, de corrupción, de abusos sociales y excesos personales, de personajes icónicos mil veces vistos pero que son inmortales y ahora deambulan por la Barcelona de principios de "los felices veinte", una calma después de la tragedia de la Gran Guerra que precede a las Tempestades con mayúsculas que estaban aún por llegar. Los 45 minutos restantes todo se va al garete. Parece como si director y guionista hubieran quedado extenuados por el esfuerzo y tiraran la toalla. El despropósito es de órdago a todos los niveles. Dilapidan todo lo conseguido. Se abandonan con desgana a un telefilm mediocre como si la parte creativa y artística del cerebro no les diera para más. Todo esta forzado, amañado, melodramático, poco creible, recogido deprisa y corriendo que se acaba la función. Y eso que dura más de dos horas. El buen trabajo del elenco de actores y sus personajes no se merecían este abandono.

De la Torre parece haberse atracado de balón, después de su buen hacer con "El desconocido"  y ha mandado a las nubes un tiro a gol que había fabricado después de una gran jugada. De verdad que lo siento.

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