A expensas de ver su último trabajo ("Maya") Hansen-Love exprime sus vivencias y su entorno familiar como fuente principal de sus guiones. Los resultados, siempre notables no dejan de ser desiguales. Ahora es la figura de su madre en la que se base el personaje de La Huppert sobre la que se centra una mágnifica reflexión sobre la vida y sus vaivenes. Sobre la teoría, filosófica en este caso y la práctica de una existencia donde a la postre lo importante es sobrevivir aceptándose uno mismo en cada una de las etapas que inexorablemente se repiten en todos aquellos que consiguen vivir lo suficiente. No es difícil sentirse identificado en alguna de las capas de las que la directora va acumulando sutilmente a lo largo del devenir de esta mujer que trata de entender el mundo y así misma.

Hay algo intangible en la forma de narrar visualmente de esta directora parisina que te atrapa y te arrastra en una corriente permanente de aguas cristalinas y no tumultuosas y te lleva de orilla en orilla, dejandote recalar un instante en cada una de ellas para volver a llevarte a su cauce como una hoja flotante. No sabría expresarlo de otra manera más allá de sus similitudes con el cine de Eric Rohmer.

Pocos actores y actrices consiguen que parezca imposible que cualquier otro hubiera podido interpretar mejor el personaje que encarnan. La Huppert es una de ellas. El don de esta pequeña mujer (en estatura) es grandioso e incombustible.

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