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Estados Unidos Estados Unidos · Bon Temps (Louisiana)
Voto de RandolphCarter:
7
Terror Dos parejas de jóvenes se pierden durante la noche y van a dar a una oscura casa habitada por una familia de psicópatas. Asesinatos, canibalismo y ritos satánicos son algunos de los mil horrores que allí les esperan. (FILMAFFINITY)
9 de abril de 2010
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Bienvenidos, niños y niñas, bienvenidos al tren del terror! Aquí encontraréis de todo: mutilaciones, necrofilia, humor negro, zombies, sirénidos, deformidades congénitas, mad doctors, invocaciones diabólicas, payasos asesinos y toda clase de diversiones. Pasen y vean si se atreven el debut cinematográfico del ínclito Rob Zombie, ex frontman de la reputada banda de Groove Metal White Zombie, a cuya disolución prosiguió una más exitosa, sobretodo en EE UU, carrera solista. Él mismo realizaba y realiza la mayoría de videoclips en los que interviene, llenos de referencias al terror de los años 50 a 70’s, con una estética y señas de identidad propias que se patentizaron en esta explosiva ópera prima.

Se trata de una enfermiza aproximación al particular universo del espanto del amigo Zombie, cristalizado en la bizarra odisea de dos parejas que resultan víctimas del sadismo y demás chuscadas sobrenaturales de una familia de perturbados; una suerte de derivación de “La matanza de Texas”, la más evidente influencia del film, pero con un reverso todavía más desquiciante y turbador. Un cuadro dantesco pintado con bilis y sangre coagulada, sitiado por entrañables personajes como el aborrecible Capitán Spaulding, la terrible belleza de Sheri Moon Zombie, la deformidad de “Tiny”, la crueldad de “Otis” y otros elementos para el recuerdo, tanto del lado carnicero como del lado de las víctimas, que en su extremada estupidez representan en sí mismos una despiadada crítica a la white trash estadounidense.

El director juega con los límites del espectador, proponiendo un amoral canto a la libertad y el salvajismo, mediante un manejo claramente deudor de sus trabajos videocliperos y sus referentes del cine fantástico, pero yendo mucho más allá. Aparte de recursos como los insertos de los personajes hablando directamente a cámara, o los geniales flashbacks en la galería del doctor Satán, destacan otros lapsos experimentales, como cuando dilata el tiempo antes de ejecutar con pistola a uno de los personajes con una eterna cámara lenta que desafía la paciencia del espectador, incomodándole, ya que está deseando la muerte del susodicho para que finalice la secuencia. Y eso resume el espíritu de “La casa de los 1000 cadáveres”, una cinta que trata de forzar, disgustar, transgredir, de apologizar el mal gusto mediante un tour de force rupturista respecto a los cánones habituales, desembocando en una delirante parte final de puro y literal descenso a los infiernos, que ha pasado a las necrologías de lo mejor del terror de principios del S. XXI. Un festival del horror sólo apto para estómagos curtidos y carentes de empatía y, por qué no decirlo, con cierto deleite por el sufrimiento ajeno ¡Jua, jua, jua, juaaaaaaaaa! (imaginaos una risa a lo Vincent Price)…
RandolphCarter
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