¿Cómo se hace una película sobre la vida? ¿Cómo puede condensarse en un conjunto de planos, de secuencias, en la ficción de unos actores y una puesta en escena la esencia misma de este mundo? La vida, en todos sus matices, no puede ser contada. Pero sí nos podemos acercar a ella a través de un personaje, de sus recuerdos, de su memoria. No podemos dar respuestas. Pero sí podemos hacer preguntas.

Yo creo que el trabajo de un director es ese, formular preguntas. Creo que no hay otra forma de abordar un tema tan complejo como el que trata el Señor Malick. Que no es otro tema que aquel que siempre ha preocupado, obsesionado, al hombre: la esencia de la vida. Su sentido. Y su significado. No creo que esta sea una obra pretenciosa. Solo responde al impulso más puro del pensamiento humano. ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? Y, si fuese juzgada como tal, no creo que eso fuese malo. No podemos criticar a Malick por tratar nuestra preocupación más básica.

Por eso creo que esta película es una conversación con Dios. Pero, como ya he dicho, aquí no hay respuestas, sino preguntas. Yo creo que Malick tiene sus propias ideas acerca del universo. Sin embargo, lo que ha pretendido es hacernos a nosotros esa pregunta. Pero no desde nuestro punto de vista cotidiano, natural, como humanos que somos. En esta película somos Dios. Observamos los pensamientos de los personajes. Y los personajes nos hacen preguntas. Preguntas sobre la muerte y, por tanto, sobre la vida. Nos piden un por qué. Una explicación ante la esencia misma del universo. ¿Y quién somos nosotros para contestarlos? Tal vez Dios se haga la misma pregunta.