Ni mucho menos es para tanto. Es el nuevo cine repleto de fuegos de artificio y destellos fugaces epilépticos que subliman los no iniciados y la actual generación "Z", educada con móviles y TikTok (entre otras miserables aplicaciones deleznables), que jamás han visto un film en blanco y negro.
A mí me enseñaron que "menos es más" dentro del mundo del arte y no al revés.
Pero aquí, hay que asumir que las nuevas tecnologías lo acaparan todo en un diseño artístico hipertrófico, aberrante y desmedido queriendo abarcar todas las técnicas gráficas habidas y por haber. Aunque visualmente sea de un colorismo extremo extenuante y agresivo en ocasiones, su guión resulta pobre en exceso, reiterativo, inconcluso y ofrece pocas variantes, por mucho multiverso y chorradas que se quieran inventar, con excepción del "plot twist" final y el prólogo dedicado a Gwen.
Para colmo la película queda abierta para la siguiente entrega como si de una serie se tratase, ¡venga ya!
En resumen, infinitamente peor que su predecesora y tan recargada y sublimada en su concepción como pintar "El Guernica" rebosante de color. El cine se ve abocado a una decadente prostitución tecnológica sin remedio alguno.
A ver si en la tercera parte nos sacan al Spider-Man español flamenco (que en esta se les ha olvidado).