Cada persona se ríe de forma diferente dependiendo de su compañía. Y que difícil resulta encontrar esa sonrisa verdadera, espontánea, cómplice. Esa sonrisa que convierte un momento cualquiera, incluso adverso, en un momento especial. La que hace que el mundo real se desvanezca tras un muro al cual no quieres volver, pues en él solo te espera una vida triste, rutinaria, frustrante y de futuro definido. El 'vivieron felices para siempre' no es más que una utopía.

La sociedad destruye lo que no entiende, divide su terreno en países y crea fronteras infranqueables, mientras premia la historia más gráfica de la matanza de sus guerras con fines sensacionalistas que venderá a los habitantes a los que ha impuesto unas reglas de felicidad genéricas que, desde su tranquila casa con su familia ideal, comentarán la foto de la niña muerta de la portada de la revista semanal justo antes de irse a cenar. En el camino quedan los bosques arrasados por bombas químicas, las ciudades destruidas y los cadáveres de los que una vez caminaron por sus calles, todo para terminar con aquel pueblo al que se ha catalogado de enemigo.

La zona de infección está por todas partes, y solo la habitan monstruos. Yo tampoco quiero volver, prefiero seguir mirando tu sonrisa, y ofrecerte la mía.