Cada vez que me dispongo a ver un film francés temo sentir una nueva decepción. Y así ha sido de nuevo. Y una vez más me siento delante del teclado de mi ordenador para ir en contra de esa mayoría que confunde constantemente originalidad con calidad.
Poco bueno se puede decir de esta película. La diarrea mental del director y guionista es difícilmente explicable. El señor Gondry disfraza una serie de incoherencias inconexas con una innovación aparente en la presentación, pero hueca completamente en su interior.
Un par de comentarios pseudofilosóficos por aquí, otro par de referencias sexuales bastante ordinarias por allá y una historia de amor absurda y con final muy cursi y muy galo para envolver y rematar este aburridísimo engendro. Los actores, por su parte, hacen lo que pueden, moviéndose como zombies dentro del espanto general.
Lo siento por los que la consideran una obra maestra, pero el buen cine es otra cosa muy diferente a esto.