Desde luego que los franceses en esto de hacer comedias que funcionen nos llevan bastante ventaja. Uno ve las últimas producciones de humor español y casi siente vergüenza ajena (y espero que no crucen la frontera, porque si no defraudaríamos más que en el Mundial de Rusia). Sin embargo, el país vecino ha encontrado la fórmula perfecta para contar una comedia que funciona muy bien, gracias a su típico humor y que aprovecha además para darnos un par de toques de atención.

Por todos es sabido que las bodas ya no son lo que eran. Han pasado a ser un gran espectáculo que sirve para que los novios se luzcan y diviertan al personal. El caso que nos ocupa es una boda de gran copete en la que el novio (quizás el personaje más detestable de la trama) ha llevado todo al extremo. Enfrente tiene al responsable, que debe convencer a sus empleados de llevar disfraces, al fotógrafo de que trabaje, al cantante de que se lleve bien con su subordinada y un largo etcétera que no voy a destripar.

Aunque uno pueda pensar que tiene una duración un tanto exagerada (de casi dos horas para una comedia), todo lo contrario. Es una de esas feel good movies que se agradecen de sembrar mediante pequeños comentarios y recoger después. Crece según avanza el metraje y no puedes evitar ir esbozando una sonrisa tonta según la ves. No es un film que produzca carcajadas, es un film que produce satisfacción. Tampoco pretende más.

'C’est la vie' es la enésima muestra de que Francia tiene un gran sentido del humor y de que su cine es capaz de exportar películas que funcionen perfectamente lejos de las fronteras del idioma o la cultura. Un espejo en el que, quizás, deberíamos mirarnos un poco.

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