Desde su polémico paso por el Festival de San Sebastián esperaba el momento de visionar ‘High-Rise’, la nueva película del director Ben Wheatley basada la novela publicada por J.G. Ballard de los años 70. Y si bien su visionado es una experiencia bastante impresionante, no repetiría en la visita al rascacielos.

Cuesta entrar en la dinámica de ‘High-Rise’ por el simple hecho de cómo está montada, haciendo un pequeño epígrafe inicial para continuar la acción desde el principio y bebiendo del mundo del videoclip. De forma ralentizada (en la que uno puede apreciar su maravillosa fotografía) y subiendo la banda sonora creada por Clint Mansell, se nos van presentando los distintos y locos personajes de esta ciudad utópica e ideal que ha sido instalada en todo el edificio. Sin salir de sus paredes, esta micro-sociedad que critica a su vecino como lo hacemos nosotros cada día, se regocija incluso rodando un documental sobre el propio edificio.

Y aunque nos queda bien clara la idea de la lucha de clases (ricos y pobres ocupando distintos pisos) como tema principal de la película, uno no puede evitar pensar que la película no termina de funcionar, en parte porque Wheatley subraya demasiado el mensaje y en parte porque toda la locura, toda la violencia no llega al espectador. Somos testigo de todo lo que sucede, pero en ningún momento me he sentido participe del rascacielos, en ningún momento me he sentido un vecino más de ‘High-Rise’.

Así, la película solo funciona a medias. Es una experiencia entretenida que los más cinéfilos quizás sepan apreciar mejor. Una locura bastante original que merecía ser contada, pero con mejores resultados.

Más en: https://alquimistacinefilo.wordpress.com/