"Your time is over, abuelito".

Not quite. Arnoldo tiene cuerda para rato, y la sorprendente "The Last Stand", no podía ser mejor vehículo para el regreso de este emblema de la testosterona y los one-liners memorables, tan criticado como querido.

Digo sorprendente, porque fuimos con pocas espectativas, y nos encontramos una película muy superior a las últimas que el tipo había hecho (al lado de las basuras de Terminator 3 y Daño Colateral, esta parece El Padrino II) y nos la pasamos a lo grande.

Esta peli no debería ser subestimada, porque a diferencia del chato y bobalicón ejercicio nostálgico de las dos entregas de "The Expendables", "El Último Desafio" es un film con personalidad propia, con cierta intención de revisionar algunos cánones del cine de género, y MUY BIEN FILMADA.

Y eso no es casualidad. Kim Ji-Woon no es uno de esos directores improvisados con curriculum de dirigir video-clips y comerciales, que habitualmente los estudios ponen a cargo de este tipo de películas "pasatistas" de acción. El tipo la tiene clara y consigue dos cosas a la vez: cumple entregando a los productores la actualización del cine de acción norteamericano de los 80 y 90 que estos le encargaron, y al mismo tiempo le inyecta al proyecto su impronta personal, conservando en términos visuales y estéticos el mismo nivel de calidad y cuidado técnico que conocimos de sus producciones previas del otro lado del globo.

Otro punto acertado fue no cargar toda la peli sobre los -no tan anchos como antes- hombros del Governator, rodeándolo de un elenco de buenos secundarios que no están de relleno, sino que participan activamente como pilares de la narración y se les reserva a cada uno sus momentitos para lucirse. Eduardo Noriega ("los tipos como tú nos hacen mala fama a los inmigrantes") es el único punto débil del film. Sobreactua su etereotipado mexicano narco, y dice sus frases como una ampulosisdad un poco exagerada.

La historia de un sheriff pueblerino, que tiene que soportar el embate de unos criminales numerosos y super profesionalizados y aguantar todo lo que pueda hasta que llegue la caballería federal, valiéndose apenas de una panda de ayudantes alguaciles pseudo-amateurs y voluntarios de último momento, voluntariosos pero sin recursos o incluso de pocas luces, nos remite al año 1959, al clásico film de Howard Hawks y John Wayne.

Pero no sólo en la premisa evoca al western, sino también en elementos formales como la musicalización, la iconicidad de la ambientación y los paisajes, los personajes con sus rituales (darle la placa con forma de estrella a alguien, todo un símbolo como de costumbre). La temática del Sheriff que hace "lo honorable" de acuerdo a su código ético (las demás personas podrán mirar para el costado, pero él va a hacer lo que tiene que hacer) también se algo muy del western.

Aunque las construcciones ya no sean de madera sino de hormigón, y el asfalto reemplaza a la calle de tierra, el ficticio pueblo de Sommerton se nos vuelve a mostrar con la icónica diagramación de dos hileras de construcciones a ambos lados de una calle principal. Están allí los pueblerinos que curiosean desde las ventanas, la abuela metiche que dialoga con el pistolero, y el Saloon es actualizado por un café-bar donde los parroquianos reemplazan el licor por las comidas rápidas llenas de grasa y colesterol (¡Y no se mueven de sus asientos ni aunque afuera trone la guerra de Irak!).

Bien por Arnie. De vuelta en su traje de "actor", tendrá muchos desafios por venir. Este no será, ni por asomo, el último.