Si de algo te arrepientes cuando acaba el film es de estar en el patio de butacas y no en el absolutamente creíble ensueño que ha escenificado este director en su buceo a través del inconsciente colectivo: sus personajes, maravillosamente interpretados por dos actores emocionalmente entregados; el triple tiempo argumental, fundido en una misma tesis sobre el objetivo de vivir y de aceptar estar expuesto al paso a la no vida; el simbolismo de su banda sonora, envolvente sin asfixiar el vuelo propio de las imágenes; y sus valientes respuestas a las histéricas demandas de la sociedad actual ante la vejez, el dolor emocional o físico y la muerte.
¿Que el argumento es imperfecto? sí; ¿que tiene exceso de primeros planos de los protagonistas? sí; ¿que, probablemente, sería estupendo que desapareciera el tramo del 1500? sí; ¿que, además, podría asumir cómo entre la vida y la muerte vela sólo una llama? sí
Pero es ejemplar que Darren Aronofsky haya entregado algo tan brillantemente hermoso y con tal carga de profundidad.