Estos días me he visto lanzada a una vorágine de visionados de todo un catálogo de comedias románticas bobas, porque es verano y porque no tengo muchas ganas de pensar.
Debo decir que esta comedia que nos ocupa es ideal para poner a las neuronas en punto muerto. Yo las tenía dormidas en ese momento, pero, de haberlas tenido operativas, se hubiesen levantado en huelga.

La historia versa sobre una pareja atractiva (cómo no) que, por cosas del destino que sólo pasan en yankilandia, ven cómo sus caminos se encuentran sin saber que están sometiéndose mutuamente a una especie de apuesta (él) y a un experimento sociológico femenino (ella). Y ambos se sienten muy orgullosos de sí mismos por lo astutos que están siendo timando al otro (esto quizá es lo más triste de todo).

La apuesta de él es absurda, pero el experimento de ella, cuyo objetivo es escribir un artículo en una revista que recuerda soespechosamente a la Cosmopolitan pero con otro nombre, es inverosímil a más no poder.

Pero yo, como estoy muy puesta estos días en el tema fílmico-romántico, aguanté como una campeona hasta el final de la peli, y me quedé tan ancha cuando se acabó.

Kate Hudson es una actriz bastante mona y con cierta gracia; de lo contrario, verla poner esos mohínes y decir tantas estupideces juntas, hubiese sido comparable al suplicio de arrancarse los pelos púbicos con una pinza. Y Matthew... en fin, no sé qué decir de él aparte de que me resulta muy atractivo... supongo que este papel no era muy difícil, y el chaval cumple con lo que dicta el guión.

En resumen: es una comedia romántica típica y punto, no hay que darle más vueltas.