Trece años han pasado desde que James Cameron nos sorprendió a todos con Avatar, su calidad visual y el imaginario de Pandora nos dejó a la mayoría con la boca abierta después de ver la película.

Ahora con su segunda parte, el director amplia el imaginario de Pandora y nos sumerge en el plano acuático del planeta de las luces de neón.

Como ya conocemos el planeta y a su fauna y flora, era muy difícil impactarnos tanto en esta secuela como en su primera parte. Por eso James Cameron nos apabulla con un espectáculo visual que hace por momentos que te quedes embobado mirando el paisaje, haciendo que pierdas la tención a lo que está sucediendo en la historia.

La historia que nos cuentan es sencilla y entretenida, pero parece mentira que en tres horas de película tenga algunas incoherencias de guion, que hace que te preguntes como puede ser que los personajes hayan llegado a esa situación si iban a hacer otra cosa totalmente diferente, sin darte explicaciones.

También otro fallo es presentarnos a demasiados personajes nuevos y abriéndonos tramas secundarias que sobresaturan al espectador.

Quizás ese es el problema principal de esta película el exceso en todos sus puntos, que hace que sea menos disfrutable de lo que realmente es.

Pero lo que hay que reconocer es que esta película solo por su espectáculo visual ya es una fantástica película y pese a sus fallitos, que los tiene, es una propuesta muy buena y entretenida para estas navidades.