Un western crepuscular setentero rodado con oficio pero sin mucho talento, cuya principal baza para ser recordado consiste en su mensaje de crítica hacia una sociedad ávida de emociones fuertes que se entrega a espectáculos sangrientos o morbosos sin pensar en las consecuencias que tienen para los participantes y sin cuestionarse la moralidad de lo que consumen (spoiler). Un mensaje que bien puede servir para la sociedad de hoy y posiblemente de la de mañana también.
En el plano interpretativo, Kirk Douglas (en el papel de un pistolero retirado que malvive con su esposa e hijo en un pueblucho del que desea salir a toda costa) ofrece como siempre una eficiente actuación. El cantante Johnny Cash, pese a no ser actor, se pone a su altura haciendo de callado y solitario pistolero errante que se detiene en el pueblo forzado por las circunstancias y desata una morbosa espectación. El resto del reparto secunda a los dos protagonistas con corrección.