Un matrimonio maduro en plena crisis decide pasar un fin de semana en una remota cabaña alejados del mundanal ruido para reactivar su relación. Pero un repentino y trágico suceso que le ocurre al marido hará que lo que iba a ser una romántica experiencia se convierta en la peor pesadilla posible.

El director Mike Flanagan, con varios títulos de terror y misterio en su curriculum, lleva a la gran pantalla una novela de Stephen King. La cinta empieza fuerte y te mantiene alerta, pero según pasan los minutos va perdiendo fuelle y terminas por desear que acabe cuanto antes. Aunque el cartel nos incita a pensar que vamos a ver una nueva versión de Cincuenta sombras de Grey y la sinópsis nos sugiere que será una película de terror, nada más lejos de la realidad. Tiene cosas de drama, de thriller psicológico y de supervivencia, pero no acabas de entrar en ella porque no te cuenta nada que no hayas visto ya. Muchas escenas no tienen ni pies ni cabeza pero sí que nos muestra algo interesante, como es que sólo cuando el ser humano se encuentra en condiciones muy adversas es cuando saca lo mejor que tiene dentro y expulsa lo que le mata por dentro, como pasajes turbios del pasado que estaban olvidados en el baúl de los recuerdos y que alivian cuando los afrontas y los sacas afuera. Y los dos actores protagonistas, Carla Gugino y Bruce Greenwood dan una master class de cómo hablar a cámara y no morir en el intento.

Sacapuntas de oro: La novedosa idea de partida, las sofocantes e intensas interpretaciones de los dos protagonistas y el miedo universal al fantasma que habita en la sombra oscura. El final, donde ella se redime de la inferioridad adquirida que tenía siempre a los hombres y le planta cara al…lo que sea eso.

Sacapuntas de madera: La venden como una película de terror y sustos pero no deja de ser un drama con toques de thriller psicológico sin nada o poco que aportar al género. En muchos momentos no pasa nada o lo que pasa es muy rocambolesco. Que las películas de Netflix y del resto de plataformas que no pasan por las grandes salas acaben siendo gotas de agua en mitad del océano, sin oficio ni beneficio, y acaben siendo calificadas como “medias-películas”.

Nota: 5 Sacapuntas.