Está claro que Polanski conoce muy bien Nueva York y aunque hace años que no está por esas tierras ha sabido retratar ese espíritu, ese estilo de vida que solamente se siente en la gran manzana y que el Allen tan bien sabe retratar en sus películas.

Aquí no es Allen sino un polaco internacional quien retrata ese espíritu pero lo más curioso de todo, sentimos la ciudad en los personajes ya que todo está rodado en un estudio.

Cuatro actores deseosos de poder actuar se encargan de retratar esta sociedad tan conocida y especial, cuatro personajes totalmente histéricos que se mueven al ritmo de una ciudad que no duerme.

Unas buenas interpretaciones, pero es sobre todo la dirección de Polanski la que nos muestra esta realidad de una sociedad que parece perfecta y envidiable.

Son los diálogos los que irán sacando las miserias que unos personajes que representarán a una sociedad que se mueven por una histeria colectiva.

Vómitos y alcohol serán los que mostrarán sin rodeos a esta sociedad, cuando veo la película disfruto y mucho pero me hace reflexionar de una manera continua sobre lo que pasa por la cabeza de esos seres que creen estar en la cumbre del mundo.

La película no es solamente una obra de cámara muy bien dirigida, también es una perfecta crítica social de unos personajes que han perdido el control de sus vidas y lo peor de todo, no son conscientes de ellos y tampoco tienen la capacidad de resolverlo…casi un suicidio.

Me gustó mucho y me parece genial que alguien sepa retratar tanto en tan solo setenta minutos, parece que nadie sabe hacer las cosas buenas sino duran dos horas y media.