No sé cómo será la novela en que se basan esta película y la anterior de Franco Zefirelli, pero Más allá del amor, versión 2014 de Shana Feste, es como un calco de la mítica historia de Romeo y Julieta (o Tristán e Isolda, vaya), pero con menos tragedia. No nos engañemos. No es lo mismo Verona en el Renacimiento y dos familias enfrentadas a muerte que dos adolescentes americanos con padres pijoteros. El signo de los tiempos, qué quieren.
Lo más grave aquí es que el ritmo es algo plomizo en algunos tramos, y especialmente en todo el segmento de la casa del lago, cuando entra en escena la familia de Jade, con su padre a la cabeza (un Bruce Greenwood con permanente cara de cabreo) intentando separar a los dos amantes. Ahí es donde Feste pierde un poco las riendas, cosa extraña teniendo en cuenta que tampoco eran las riendas de un purasangre desbocado, sino más bien de un dócil pony. Más allá del amor es un romance inofensivo pensado sobre todo para adolescentes, lleno de tópicos, de sentimentalismo, de mucho muchísimo azúcar y con una pareja de guapos protagonistas que hacen lo que pueden con sus pírricos personajes y conflictos (Gabriella Wilde no llega a emocionar demasiado, mientras que Alex Pettyfer ha tenido interpretaciones mejores, para qué engañarnos). Sin embargo, es lo que es, no engaña a nadie y da más o menos lo que promete, por lo que puede ser disfrutada sin problemas por espectadores sin muchos prejuicios y con el suficiente tiempo libre.
Si quieren algo (un poco más) sesudo en la misma línea, ahí están Bajo la misma estrella o El diario de Noah y Un paseo para recordar, que siempre han sido lo más digerible que ha dado la bandera de Nicholas Sparks al cine. Más allá del amor es absolutamente deudora de ese espíritu romántico juvenil.

Lo mejor: Da lo que promete, más o menos.
Lo peor: Es sosa, aséptica y almibarada hasta la indigestión.