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Voto de Sibila de Delfos:
8
Drama Higinio y Rosa llevan pocos meses casados cuando estalla la Guerra Civil, y la vida de él pasa a estar seriamente amenazada. Con ayuda de su mujer, decidirá utilizar un agujero cavado en su propia casa como escondite provisional. El miedo a las posibles represalias, así como el amor que sienten el uno por el otro, les condenará a un encierro que se prolongará durante más de 30 años.
1 de marzo de 2020
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace dos años, Jon Garaño y Aitor Arregi sorprendían a propios y extraños con Handia, una hermosísima película en la que contaban, con un estilo visual y narrativo impropio de unos debutantes en el largo, la historia del llamado Gigante de Altzo.
En 2019, Garaño, de nuevo acompañado por Arregi y también por José Mari Goenaga, con quien le une una larga historia en el campo del cortometraje, nos trae La trinchera infinita, una conmovedora historia sobre las muchas personas que en este país hubieron de pasar años, o incluso décadas, de encierro en su propia casa por miedo a represalias durante la inmediata posguerra y la dictadura de Franco.
Y, sin duda, La trinchera infinita es una película fabulosa. Realmente estupenda. Admírense con el trabajo de realización excepcional de los tres directores, una dirección que sigue los ojos del personaje que interpreta un soberbio Antonio de la Torre. Una mirada a través de los agujeros, de las rendijas, de los huecos pequeños, tras las paredes y bajo el suelo. Sencillamente espectacular. Es muy emotiva, además, la descripción que se hace de las desventuras de la pareja protagonista, y por supuesto de su amor, que perdura a través de los años y supera cualquier obstáculo. Es fabuloso también el trabajo de Belén Cuesta, justamente premiado con el Goya y otros galardones. Su mirada, sufriente pero firme, es la que siempre calma y suaviza la ira de Higinio, complementándose en una odisea infernal que se prolonga durante décadas pero nunca deja de ser un compromiso real, de fuego, a prueba de balas y penalidades.
El problema, por supuesto, está en la duración de la película. Casi dos horas y media para contar esta historia no eran necesarias, sobre todo porque según avanza la narración y los personajes se hacen más mayores, las escenas resultan más repetitivas, pese al revulsivo que supone el personaje del hijo, interpretado por Emilio Palacios. Es una pena, pero ese enorme exceso de metraje es lo que impide a la película alcanzar el sobresaliente que sí merece Handia.
En definitiva, una notable cinta de enorme impacto emocional, que confirma a sus directores como nuevas figuras a seguir de nuestro cine.

Lo mejor: La realización, impecable, la interpretación de Antonio de la Torre y Belén Cuesta, y su poder para emocionar sin caer en la sensiblería barata.
Lo peor: Le sobra fácil media hora, o incluso un poco más. Incuestionable.
Sibila de Delfos
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