Se ha hablado mucho de que Belfast es la película más personal de Kenneth Branagh.
Y, sin duda, su sinceridad y autenticidad es su mejor valor. No hay doblez ni impostura en el tono que utiliza el realizador de Hamlet (y otras tantas adaptaciones shakespearianas), y sí muchísimo cariño y una intención clara por no meter el dedo en la llaga y recrearse en la violencia y la sangre de aquellos primeros días del conflicto norirlandés. No es Roma, pese a que esté rodada en blanco y negro, ni tampoco es Jojo Rabbit, pese a que ponga el foco en un terrible hecho histórico visto a través de los ojos de un niño (impactante cómo se muestra que los más pequeños no tienen prejuicios, y los que tienen son adquiridos por la influencia nefasta de su entorno). Es, sencillamente Belfast, una película llena de sensibilidad y con un reparto sencillamente inmaculado: Judi Dench, dando una nueva lección de interpretación, Ciarán Hinds, Catriona Balfe (maravillosa), el pequeño Jude Hill o un Jamie Dornan en la mejor interpretación de su carrera.
Sin embargo, es verdad que se queda un poco a medias en su resultado. Es bonita, sí, y está muy bien hecha, pero por alguna razón no logra impactar en la memoria del espectador como debería. Quizás sea precisamente por esa mesura de la que hablábamos, porque a lo mejor tendría que haber sido más cruda en algunos momentos, pero no termina de colocarse en la cima de las mejores películas de 2021..
Aun así, sin duda es uno de los ejercicios de cine más notables de su año y una cinta preciosa que nos adentra como nunca en la verdadera personalidad de ese autor único que es Kenneth Branagh.

Lo mejor: Los actores, maravillosos, y su tono.
Lo peor: Le falta más intensidad.