Pues nada más y nada menos que la ganadora de la Espiga de Oro en la reciente Seminci 2023.

Para la mayoría de acreditados del certamen, de las menos logradas de la Sección Oficial, pero mira tú por dónde, algunos, aunque ciertamente no nos encandilara demasiado y nos gustara alguna más para el gran premio, sí pudimos vislumbrar positivos elementos que la hacen muy personal e interesante.

Para comenzar, la narración, efectivamente, es algo exigente para con el espectador, no porque no se entienda bien al final el argumento, si no por cómo se narra la historia. Una historia, como bien nos dijo nuestro amigo Luis, sencilla, pero explicada de forma algo alambicada.

Pero a mí me sedujo la puesta en escena de la novel realizadora Laura Ferrés, lleno de aciertos en cuanto a planificación, y a su humor, bizarro, extravagante, desde luego nada convencional. A mi me hizo sonreír varias veces.

En cuanto a las interpretaciones, algunos dijeron que qué mal trabajan sus dos actrices protagonistas, que cómo hablaban, pero creo que siguieron las indicaciones de la directora, sin más, quedando a veces muy natural y otras impostada, pero que, dado los personajes que encarnan, pegan muy bien en pantalla.

Una historia de amistad, extraña, pero tierna, llena de cariño hacia sus personajes. Los vínculos y las ausencias, los reencuentros inesperados, hacen de esta película algo inusual, que se debe ver con paciencia.

No digo yo que sea muy amena, pero sí que el viaje que proponen los guionistas, uno de ellos nada menos que Carlos Vermut, merece la pena. Haciéndolo te puedes llevar más de una sorpresa positiva.

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