He visionado esta cinta, desde aquel lejano 2005, cientos de veces y siempre la he disfrutado con la misma intensidad. La película dura tres horas y cada una supone una parte, todas magistralmente ejecutadas.

En la primera no hay acción, pero hay magia, suspense, temor. Se trabaja de una manera perfecta para que el espectador disfrute esta primera hora y a la vez esté ansioso e impaciente por saber qué acontecerá tras la llegada a la isla, la cual se envuelve de un misterio y un suspense que sobrecogen a cualquiera. En el fondo sabes qué pronto verás cosas espectaculares en este film, y así es.

La llegada a la isla y la aparición de King Kong es sencillamente perfecta. Suspense, terror, grandiosidad, acción. Son escenas que se graban en la retina de por vida.

La segunda hora es un derroche de efectos especiales también perfectos, como toda la cinta. Abrumadores, sobrecogedores, sublimes. En el spoiler añado algo más sobre esto.

Y finalmente la última hora tiene una magia muy especial. No tanta acción, pero una magia preciosa en New York, con escenas maravillosas y difícilmente olvidables.

Ahora bien, muchos critican fallos en el guión: cómo meten a King Kong en el barco, qué pasa con la tribu, etc. Estamos ante una cinta de aventuras, en las cuales es casi imposible no cometer fallos en el guión porque todo es mentira. No existen gorilas gigantes, ni dinosaurios; ¿Qué más dan entonces esos fallos si la película cumple sobradamente su objetivo? Hacer pasar al espectador tres horas que nunca olvidará, gracias a la majestuosidad y grandiosidad de toda la cinta, a la que no le falta nada. Puedes reir, llorar, abrumarte, sobrecogerte, sufrir, pasar miedo, etc. Todo ello en una misma cinta hace que ésta sea lo que adelanté en el título de esta crítica: una obra maestra indiscutible.

En definitiva, las tres horas de metraje pasan volando, Todas y cada una de las escenas son totalmente necesarias, así como el remake en sí. Es difícil que un remake de un gran clásico sea necesario, pero éste lo es y de sobra, tanto que si a otro director se le ocurre hacer otra versión del gorila en años venideros, es prácticamente seguro que estará condenada al fracaso. King Kong de Peter Jackson deja el listón muy alto. Y no solo alto, sino insuperable.