Esta vez Huston se toma un descanso de sus obras más personales y aquí nos entrega un juego detectivesco con una trama bastante guiñolesca y un cameo de grandes nombres de la industria Hollywoodiense, con el único fin de ofrecer un pequeño entretenimiento a los espectadores.
Con motivo de una reunión en una aristocrática mansión británica para aficionados a la cacería del zorro, un escritor invitado a ella pide ayuda a otro invitado, antiguo agente secreto británico. Le pide que, actuando con discreción y sin acudir a la policía, investigue el paradero de los componentes de una lista de diez nombres. Sólo quiere saber si están vivos y su dirección, pero no le es posible ofrecer más explicaciones a su amigo.
Poco después, fallece a consecuencia de la explosión del avión en el que viajaba, en el que se descubre que había sido saboteado con una bomba. Nuestro agente descubre que siete de los componentes de la lista, entre los que estaba incluido el escritor, habían muerto por diferentes accidentes con lo que la sospecha de que esos accidentes hayan sidos provocados, toma forma.
Así comienza una investigación detectivesca al más estilo clásico que hoy, aunque sigue siendo entretenida, no pasa de ser un juego del "quién es quién", ya muy superada. Juego de disfraces y de identidades que acaso entonces podíamos admirar, se nos queda hoy muy corta e incluso exagerada, habiendo perdido toda la frescura y capacidad de sorpresa, que a lo mejor entonces podía generar.
Aún y todo, Huston sabe manejarse metiendo buenas escenas entre ella. Con el resultado de que te queda una película que con indulgencia, te puede llegar a intrigar.