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Países Bajos (Holanda) Países Bajos (Holanda) · Ámsterdam
Voto de loquearde:
8
Drama Eva (Itsaso Arana) es una chica de treinta y tres años que hace de su decisión de quedarse en agosto en Madrid un acto de fe. Necesita sentir las cosas de otra manera y piensa en el verano como un tiempo de oportunidades. En esos días de fiesta y verbenas se van sucediendo encuentros y azares, y Eva descubrirá que todavía tiene tiempo, que todavía puede darse una oportunidad. (FILMAFFINITY)
14 de junio de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas cosas buenas pueden pasar en verano. No muchas, especialmente en la ciudad que se queda desierta y temporalmente en una calma (chicha) a la espera del comienzo de otro ciclo de clases, de trabajo, de rutina. Es en esa calma y en ese lienzo en blanco que es el verano en la ciudad donde Jonás Trueba pone el foco en su cuarto largometraje: La virgen de agosto.

En el cine de Trueba siempre nos encontramos con personajes urbanos jóvenes aunque ya casi metidos en la edad adulta (o metidos de lleno pero que no terminan de aceptarlo). Esto no cambia en La virgen de agosto, si bien es cierto que aquí nuestra protagonista, Eva, sí que hace esfuerzos reales por encontrase a sí misma en la maraña de gente que le rodea en este verano en la ciudad y también en su propio interior. Eva quiere moverse hacia delante, aunque quizá aún no sepa exactamente en qué dirección y si hacerlo sola o con alguien a su lado. El escenario es un Madrid en pleno bochorno estival pero que aún conserva a algunas de sus gentes. A todos los que hemos pasado veranos en la ciudad nos suena todo esto.

Con la ayuda inestimable de Itsaso Arana, Jonás Trueba consigue su película más vulnerable y liviana. En películas anteriores, sus personajes caían a veces en terrenos más farragosos y resultaban algo cargantes en algunas escenas. A Eva no podemos más que quererla todo el tiempo, su vulnerabilidad y su manera de enfrentarse a una etapa de cambios es una llamada a la empatía. Incluso me atrevería a decir que hay algo aspiracional en todo el asunto. No es tanto que la mayoría nos enfrentemos a los cambios así, es que nos gustaría poder hacerlo de esa manera.

Una puesta en escena sobria y limpia no hace más que subrayar el cariz naturalista de una película que discurre sin sobresaltos durante sus dos horas de metraje, pero también sin perder el interés en ningún momento. Nos interesa lo que le pasa a estos personajes y lo que tienen que decir, seguramente porque todos nos podemos ver un poco reflejados en sus dudas y conflictos, en sus inseguridades y en sus anhelos.

En un tramo final portentoso, Trueba y Arana certifican lo que ya nos olíamos durante todo el metraje: estamos ante una de las obras mayores del cine español contemporáneo. Daros el gusto de verla cuanto antes, y mejor todavía si es con el ventilador puesto y un vaso de horchata fría.

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loquearde
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