Nunca he visto a Clint Eastwood como un provocador, pero algunas de sus películas sí mostraban ciertos puntos de vista arriesgados, dentro de la prudencia que caracteriza a un academicista como él. J. Edgar vuelve a ser una muestra de esa sobriedad tan suya, tanto que la película llega a ser demasiado árida, difícil de conectar con ella, y, consecuentemente, aburrida en muchos tramos de su metraje. La salva en buena parte la gran interpretación de DiCaprio, a pesar del mediocre guion y el poco creíble maquillaje.
Conozco más o menos bien la historia reciente de los Estados Unidos, y sabemos que uno de esos grandes personajes en la sombra fue J. Edgar Hoover. Su labor al frente del FBI trajo no pocos quebraderos de cabeza a los sucesivos presidentes, y sus dudosas labores de espionaje constituyen uno de los episodios más negros de los Estados Unidos. Ese negror solo se nota en la película de Eastwood en la iluminación, pero no lo vemos en pantalla; lo intuimos, pero nunca podemos llegar a saber con certeza la profundidad de esos espionajes (también es cierto que muchos papeles se perdieron tras la muerte de Hoover). Lo que sí nos descubre Eastwood es su homosexualidad, cosa que desconocía, y además no tiene reparos en hacer hincapié en esta cuestión; pero hasta ahí llegan las posibles molestias que pueda causar la película.
J. Edgar podrá gustar por la vigorosa interpretación de DiCaprio, principalmente. Puede servir para conocer a J. Edgar Hoover, pero no para percibir claramente el poder efectivo que tuvo en vida (muchos decían que los presidentes bailaban a su son). La visión de Eastwood me parece sesgada. Y ya en términos cinematográficos, es una película muy gris, con pocos estímulos para el espectador.