Kioto, siglo XVI, un honorable samurái ve a un niño y le dice: "Coge un sable láser y que la Fuerza te acompañe" Al instante aparece un crucero interestelar de madera y velas con Darth Vader vestido de samurái y... ¿perdona? ¿Cómo? ¿Que el Japón del XVI es otro mundo? Pero, ¿acaso no te has enterado?: "haz lo que tú quieras".

Esta sentencia sería unperfecto epílogo para la primera temporada, resume por completo la idea del guionista: satisfacer el quillotro a una audiencia que busca ver sus ensoñaciones reflejadas en la pantalla y vestidas con ropaje del periodo Edo. ¿Deseos irreales, anacrónicos o estúpidos? Que no te enteras, contreras: ¡haré lo que tú quieras!

¿Te mola el sexo? Toma escenas a tutiplén, perpetrando fantasías del s. XXI disfrazados de geishas y samuráis. ¿Que soy un feminazi radical? Toma plantel de personajes poblado por hombres débiles, estúpidos y, si son fuertes, villanos y mujeres semidiosas inmaculadas y de fuerza portentosa. ¿Qué más da que pinten en el japón Edo lo mismo que Luke Skywalker en una peli sobre el Cid Campeador? Y, cómo no, el modelo de mujer empoderada que no falte: una mujer digna de tal nombre tiene pose de macho, fuerza de macho, y modales de macho.

¿Qué otros tótems ideológicos tenemos en el decadente Occidente? Pues claro, ahí van algunos: no trabajes ni estudies, que tú lo vales; císcate en las tradiciones y la historia; y él clásico "tú lo vales" que tú, por tu cara bonita, llegarás a lo más alto mientras todos caen abatidos por tu mirada divina.

Pues hala, aquí tenemos al héroe de una historia al que le han insuflado el poder milagroso para todo: blandir una espada como el mejor sin ir a una escuela, forjar más y mejor que su padre de primeras y sin siquiera intentarlo y destruir cualquier ejército y cualquier situación. Y a todos los que le acompañan los verás chingando por doquier las fantasías del siglo XXI disfrazados con kimonos. ¡Qué espectáculo portentoso!

Pero, ¿es que esto es un review-bombing? ¿Acaso no se puede tener una trama woke? ¿Eres un facherito, quetzalcubito? No, especie de ameba, no es ese el problema. El problema es hacer una serie burda, saltándote cualquier atisbo o norma de cordura, para meter morralla ideológica. ¿Quieres algo que toque las teclas de la sensibilidad moderna? Hazlo, pero hazlo bien. Hazlo como Arcane: una serie de videojuegos, con su dosis de diversidad de todo tipo, con sus escentias, pero bien hecha. Con sentido, y cuando cuadre, y con una historia de fondo humana y creíble. Esta serie es una metralleta de consignas progre, sin ton ni son. Esta serie es, en definitiva, una burda y estúpida fábula para satisfacer el ego de un Occidente decadente.

Fuera del horrible esperpento de guión, refrito del programa electoral más woke que te puedas echar la cara, la serie tiene una factura técnica envidiable. ¿A quién sorprende que esta "joya" de proyecto narrativo se haya llevado toda la financiación necesaria? Música fantástica, animación portentosa, y un director que sabe bien su oficio.

Pues nada, señores, como reza el leitmotiv de la reseña: hagan lo que quieran. Tiren a la basura este engendro woke o disfruten con las escenitas de batallitas y sexo aderezadas por una historia que no les sorprenderá (abran cualquier panfleto woke y sabrán como terminan todos y cada uno de sus capítulos).