En los instantes finales de este film, el humo de una hoguera se funde al tiempo que aparecen unas rocas. La metáfora podría ser la de la propia película. Sin el merecimiento de pasar absolutamente desapercibida de nuestras pantallas, Jindabyne se mueve entre la debilidad y la fortaleza. El drama ni usa ni abusa de tópicos (no hay música ni lloros espasmódicos ni primeros planos inoportunos en las escenas de mayor tensión y dramatismo) pero no termina de enganchar una historia que mezcla excesivos campos (parece mentira que se base en un relato corto) y no es capaz de definir ninguno. "Lantana", el anterior trabajo de Lawrence y al que recuerda en demasía "Jindabyne", era absolutamente redondo en este sentido, mucho más en la línea de obras mayores posteriores como "Mystic river".
Me quedo con Linney, que siempre asegura algo distinto e interesante, y con la debilidad humana que cuando le da por coincidir en el tiempo en diferentes personas conduce al desastre. Pero, en fin, casi siempre podemos buscar la redención, en el presente y en un futuro probable* que puede darnos segundas oportunidades.