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Voto de Chris Jiménez:
7
7,3
4.867
Cine negro. Thriller. Intriga
La vida de Al Roberts, un pianista de Nueva York, se convierte en una pesadilla cuando decide hacer auto-stop para buscar a su novia que vive en Los Ángeles. Lo que Roberts no puede imaginar, es que su periplo se verá envuelto en una serie de problemáticos acontecimientos que acabarán arrastrándolo a una situación límite. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es posible que no me crean, pero hay una historia que de extraña y estrambótica merece ser contada. Una historia que empieza y termina en una carretera solitaria en medio de la nada y en plena noche, donde un hombre tomaría el desvío que cambiaría su vida para siempre...
A mitad de los '40, una edad de oro para el cine negro y de suspense; una buena cosecha teniendo en cuenta títulos tan magníficos como "La Casa de la Calle 92", "Mildred Pierce", "Fallen Angel", "La Escalera de Caracol" y, cómo no, "Perversidad"; pero detrás de los nombres importantes (Hathaway, Curtiz, Preminger, Siodmak, Lang) también sobresalen los pequeños, aquellos apartados al lado humilde del cine, e igualmente resolutivos y maravillosos. Edgar Ulmer se alza entre ellos y buena parte de la fama de este exiliado de los grandes estudios reposa en su visión única del género, que trastocó con interesantes propuestas. "El Desvío" fue quizás la mejor.
Después de "Extraña Ilusión", y de nuevo para PRC con la mitad del equipo, el director adapta una novela del guionista y autor Martin Goldsmith, publicada en 1.939. El mito alrededor de esta obra sigue fascinando debido al ínfimo presupuesto invertido y su tiempo de rodaje (poco menos de una semana), pero estos contratiempos habituales para Ulmer no perjudican al film, iniciado a mitad de trama entre la oscuridad de la noche, en una larga carretera donde un hombre es servicialmente recogido. Este hombre, Al, es el protagonista, y como veremos se corresponde con el estereotipo del anti-héroe del "noir", y casi un reflejo de lo que el mismo Ulmer era: hombre amargo y nihilista, aparentemente insensible, que arrastra una gran culpa, que oculta un terrible secreto y que no pertenece a ningún sitio...
Todo esto se adivina incluso antes de que, con sus propias palabras, nos invite a conocer su historia; entonces los claroscuros perfectamente perfilados por Ben H. Kline se abalanzan sobre su rostro y todo comienza a vislumbrarse. El "I Can't believe that You're in Love with Me" de Crosby nos hace viajar a un pasado cercano (¿quizás soñado?) donde Al comparte escenario como pianista en un pub de mala muerte junto a su preciosa novia Susan; aun así, el terco pesimismo de él choca con las grandes expectativas de ella.
Mientras ataca contra los valores de Hollywood en boca de Al (algo comprensible), Ulmer se esfuerza en crear el ambiente apropiado para absorbernos en su imaginería "noir", colmada de zonas oscuras, luces tenues, pavimentos húmedos y neblina espesa. El cabello rubio de la joven no volverá a aparecer en pantalla y en la calle 73 de Riverside Drive este relato entra en su segundo acto, que es el de la búsqueda; habrá un viaje por carretera, largo y pesado, desde New York a Los Angeles, al cual tendremos que asistir...y todo parece normal hasta que Ulmer se para en un individuo (Haskell), presuntuoso y excéntrico, que recoge al protagonista.
Una fatalidad, como es propio del universo del negro, un hombre atrapado debido a un hecho trágico; el director, en lugar de centrarse en la truculencia del momento, envuelve de un halo de extrañeza a la situación.
De forma inesperada llega el desvío-------------------------------------------------------------------------------------->
A mitad de los '40, una edad de oro para el cine negro y de suspense; una buena cosecha teniendo en cuenta títulos tan magníficos como "La Casa de la Calle 92", "Mildred Pierce", "Fallen Angel", "La Escalera de Caracol" y, cómo no, "Perversidad"; pero detrás de los nombres importantes (Hathaway, Curtiz, Preminger, Siodmak, Lang) también sobresalen los pequeños, aquellos apartados al lado humilde del cine, e igualmente resolutivos y maravillosos. Edgar Ulmer se alza entre ellos y buena parte de la fama de este exiliado de los grandes estudios reposa en su visión única del género, que trastocó con interesantes propuestas. "El Desvío" fue quizás la mejor.
Después de "Extraña Ilusión", y de nuevo para PRC con la mitad del equipo, el director adapta una novela del guionista y autor Martin Goldsmith, publicada en 1.939. El mito alrededor de esta obra sigue fascinando debido al ínfimo presupuesto invertido y su tiempo de rodaje (poco menos de una semana), pero estos contratiempos habituales para Ulmer no perjudican al film, iniciado a mitad de trama entre la oscuridad de la noche, en una larga carretera donde un hombre es servicialmente recogido. Este hombre, Al, es el protagonista, y como veremos se corresponde con el estereotipo del anti-héroe del "noir", y casi un reflejo de lo que el mismo Ulmer era: hombre amargo y nihilista, aparentemente insensible, que arrastra una gran culpa, que oculta un terrible secreto y que no pertenece a ningún sitio...
Todo esto se adivina incluso antes de que, con sus propias palabras, nos invite a conocer su historia; entonces los claroscuros perfectamente perfilados por Ben H. Kline se abalanzan sobre su rostro y todo comienza a vislumbrarse. El "I Can't believe that You're in Love with Me" de Crosby nos hace viajar a un pasado cercano (¿quizás soñado?) donde Al comparte escenario como pianista en un pub de mala muerte junto a su preciosa novia Susan; aun así, el terco pesimismo de él choca con las grandes expectativas de ella.
Mientras ataca contra los valores de Hollywood en boca de Al (algo comprensible), Ulmer se esfuerza en crear el ambiente apropiado para absorbernos en su imaginería "noir", colmada de zonas oscuras, luces tenues, pavimentos húmedos y neblina espesa. El cabello rubio de la joven no volverá a aparecer en pantalla y en la calle 73 de Riverside Drive este relato entra en su segundo acto, que es el de la búsqueda; habrá un viaje por carretera, largo y pesado, desde New York a Los Angeles, al cual tendremos que asistir...y todo parece normal hasta que Ulmer se para en un individuo (Haskell), presuntuoso y excéntrico, que recoge al protagonista.
Una fatalidad, como es propio del universo del negro, un hombre atrapado debido a un hecho trágico; el director, en lugar de centrarse en la truculencia del momento, envuelve de un halo de extrañeza a la situación.
De forma inesperada llega el desvío-------------------------------------------------------------------------------------->
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
----------------------------------------------------->Un desvío físico, emocional y a la vez argumental.
Bajo la lluvia, en plena noche y en mitad de ninguna parte, Al toma la identidad de un cadáver debido a su negra visión del mundo ("Como todos toman a los sospechosos por criminales me veo forzado a convertirme en uno", piensa).
Y ya no será Al nunca más; ahora es Haskell, el hombre del que, a partir de entonces, huirá para toda la eternidad. Podría continuar el viaje como si tal cosa, pero el guión introduce un elemento que, pese a la sorpresa, ya sabíamos de su existencia (las tres cicatrices como aviso) y de su posible regreso ante nuestros ojos. Si todas las mujeres fatales del cine se reunieran en una habitación no sumarían la ira y maldad de Vera, que destruye tal figura con su imagen dura, su comportamiento vulgar y sus aires dominantes (la Katherine de "Perversidad" o la Phyllis de "Perdición" son simples busconas aficionadas).
Ahora el sueño se rompe y el hombre se halla a merced de un monstruo con figura de mujer, lanzado a una relación oportunista, sádica, cínica y masoquista. Si hay un género que desplace mejor las líneas de la realidad, incluso más que el terror, ese es el negro; la ilógica de sus esferas brota de las anomalías del mundo real y todo resulta más violento e intenso porque es más auténtico; como hizo Lang en "El Ministerio del Miedo", Ulmer nos obliga a atravesar su intrigante peripecia como si se tratase de una pesadilla que soñamos despiertos, y de esta pesadilla brota una proyección torcida del género, mordaz, áspera y confusa.
Porque el anti-héroe es un prisionero débil y la "femme fatale" un villano odioso que lo disfrazará todo de farsa para llevar el engaño a su máximo grado, hasta desembocar en un clímax atroz, improvisado durante el rodaje y con un elemento tan creíble como es el cable de un teléfono (¿lo habría imaginado Hitchcock mejor?). El engaño es clave en este tipo de cine y en la propia película, si bien ésta se cuenta honestamente desde el punto de vista de un hombre inocente y preso del devenir de las circunstancias (Ulmer se transmuta bien en el pobre Al), si bien es cierto que la causa de lo moralmente reprochable encuentra su efecto y su castigo.
Absolutamente nadie escapa de sus culpas ni de sus pecados (por supuesto el cineasta se ve obligado a ello por mandato de la M.P.P.C.). El ex-boxeador y actor de turbulenta vida privada Tom Neal protagoniza un auténtico duelo de egos y carisma con una arrolladora y horripilante Bernice Lyon (de fiero nombre artístico Ann Savage) con quien había colaborado anteriormente; aunque en esta ocasión tal hostilidad se mantendría dentro y fuera de la pantalla por el carácter insoportable de él y la implacable actitud de ella (lo que sin duda les ayudó en sus papeles...). Al final la obra de Ulmer, desde el momento de su estreno, ha sido reconocida por la crítica y los fans, y su gran influencia estaría presente para muchos directores posteriores.
Pese a sus muchas limitaciones, imperfecciones narrativas (el uso constante e incómodo de la voz "en off") y un argumento que anhela un desarrollo mucho más amplio de contar con un presupuesto mayor, "El Desvío" se desvía (nunca mejor dicho) de su género hacia pliegues extravagantes y misteriosos hasta convertirse en un cuento agobiante, intenso, visceral y terrible sobre la fatalidad y la violencia. Cosas de esa fatalidad del destino, el sr. Neal sería acusado décadas después de asesinar a su esposa, una recepcionista de hotel, de un disparo en la cabeza.
Seguro que se sentiría poseído por su personaje al declararse inocente ante las acusaciones de la policía, y que las primeras palabras que pasaron por su cabeza fueron: "Empezad a hablar, os escucho...pero sé lo que me vais a decir antes de que abráis la boca; diréis que no os creéis mi versión de como murió...y pondréis esa expresión de "no me hagas reír" en vuestras caras...". Ay, la fatalidad...
Bajo la lluvia, en plena noche y en mitad de ninguna parte, Al toma la identidad de un cadáver debido a su negra visión del mundo ("Como todos toman a los sospechosos por criminales me veo forzado a convertirme en uno", piensa).
Y ya no será Al nunca más; ahora es Haskell, el hombre del que, a partir de entonces, huirá para toda la eternidad. Podría continuar el viaje como si tal cosa, pero el guión introduce un elemento que, pese a la sorpresa, ya sabíamos de su existencia (las tres cicatrices como aviso) y de su posible regreso ante nuestros ojos. Si todas las mujeres fatales del cine se reunieran en una habitación no sumarían la ira y maldad de Vera, que destruye tal figura con su imagen dura, su comportamiento vulgar y sus aires dominantes (la Katherine de "Perversidad" o la Phyllis de "Perdición" son simples busconas aficionadas).
Ahora el sueño se rompe y el hombre se halla a merced de un monstruo con figura de mujer, lanzado a una relación oportunista, sádica, cínica y masoquista. Si hay un género que desplace mejor las líneas de la realidad, incluso más que el terror, ese es el negro; la ilógica de sus esferas brota de las anomalías del mundo real y todo resulta más violento e intenso porque es más auténtico; como hizo Lang en "El Ministerio del Miedo", Ulmer nos obliga a atravesar su intrigante peripecia como si se tratase de una pesadilla que soñamos despiertos, y de esta pesadilla brota una proyección torcida del género, mordaz, áspera y confusa.
Porque el anti-héroe es un prisionero débil y la "femme fatale" un villano odioso que lo disfrazará todo de farsa para llevar el engaño a su máximo grado, hasta desembocar en un clímax atroz, improvisado durante el rodaje y con un elemento tan creíble como es el cable de un teléfono (¿lo habría imaginado Hitchcock mejor?). El engaño es clave en este tipo de cine y en la propia película, si bien ésta se cuenta honestamente desde el punto de vista de un hombre inocente y preso del devenir de las circunstancias (Ulmer se transmuta bien en el pobre Al), si bien es cierto que la causa de lo moralmente reprochable encuentra su efecto y su castigo.
Absolutamente nadie escapa de sus culpas ni de sus pecados (por supuesto el cineasta se ve obligado a ello por mandato de la M.P.P.C.). El ex-boxeador y actor de turbulenta vida privada Tom Neal protagoniza un auténtico duelo de egos y carisma con una arrolladora y horripilante Bernice Lyon (de fiero nombre artístico Ann Savage) con quien había colaborado anteriormente; aunque en esta ocasión tal hostilidad se mantendría dentro y fuera de la pantalla por el carácter insoportable de él y la implacable actitud de ella (lo que sin duda les ayudó en sus papeles...). Al final la obra de Ulmer, desde el momento de su estreno, ha sido reconocida por la crítica y los fans, y su gran influencia estaría presente para muchos directores posteriores.
Pese a sus muchas limitaciones, imperfecciones narrativas (el uso constante e incómodo de la voz "en off") y un argumento que anhela un desarrollo mucho más amplio de contar con un presupuesto mayor, "El Desvío" se desvía (nunca mejor dicho) de su género hacia pliegues extravagantes y misteriosos hasta convertirse en un cuento agobiante, intenso, visceral y terrible sobre la fatalidad y la violencia. Cosas de esa fatalidad del destino, el sr. Neal sería acusado décadas después de asesinar a su esposa, una recepcionista de hotel, de un disparo en la cabeza.
Seguro que se sentiría poseído por su personaje al declararse inocente ante las acusaciones de la policía, y que las primeras palabras que pasaron por su cabeza fueron: "Empezad a hablar, os escucho...pero sé lo que me vais a decir antes de que abráis la boca; diréis que no os creéis mi versión de como murió...y pondréis esa expresión de "no me hagas reír" en vuestras caras...". Ay, la fatalidad...