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Voto de Chris Jiménez:
6
Acción El Mariachi, un misterioso guitarrista, vuelve para vengar la muerte de su amante y la mutilación de una de sus manos. Sin embargo, cometerá un nuevo error: relacionarse con Carolina, la dueña del café-librería de un pueblucho dominado por una banda de traficantes de drogas. Ella, al conocer al Mariachi, comprende que su destino va a a cambiar. Juntos desafiarán a la banda de Bucho a un duelo sangriento. (FILMAFFINITY)
3 de octubre de 2017
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En un agujero perdido en el desierto de México se huele a muchas cosas: a droga, a polvo, a tequila...pero pronto la llegada de un hombre con un estuche de guitarra hará que el aire huela a pólvora y sangre.
¡Vuelve el vengador más duro al otro lado de la frontera!

Vuelve del propio imperio que levantara Robert Rodríguez tres años antes y utilizando tan solo unos 7.000 dólares. El Mundo no conoció tamaño ciclón de ferocidad, tamaña masacre, como la desatada en "El Mariachi", y no es que mostrara precisamente unas dimensiones de calidad colosales, lo colosal era el descaro, la creatividad, la chispa con la que el mexicano nacido en Texas la rodó, produjo y fotografió, esa chispa que prendió fuego a las pestañas de los ejecutivos de Hollywood y al Festival de Sundance, donde conoció a su alma gemela, Quentin Tarantino, otro joven laureado del momento.
Y el resto es historia, como suele decirse. Tanto que 1.995-1.996 fueron sin duda los años de la pareja, que se unieron en una serie de proyectos a cada cual más irreverente para dejar claro su dominio independiente sobre el cine comercial de gran presupuesto. Antes de "Four Rooms", Rodríguez quiso recrear al estilo americano su gesta debutante; de 7.000 a 7 millones, lo que aún era un nivel bajo en comparación con los estándares hollywoodienses. Pero así lo podemos apreciar en esa escena de introducción donde lo "extranjero" se cuela en su universo de chamacos, chingonas y chelas, y con la forma de Steve Buscemi, nada menos.

Es curioso que las secuencias con norteamericanos hablando parecieran dirigidas por Tarantino, y es que o bien andaba cerca o es que su sombra era muy alargada. Buscemi parlotea mucho, repite a su personaje de "Fargo", y hace algo genial: establecer una leyenda; con ello el director da un aura de misterio y fantasía a "Desperado", un toque de atemporalidad aún más alejada de la realidad de "El Mariachi", y que de algún modo recuerda a la maniobra de "Sospechosos Habituales" sobre el legendario villano Keyser Söze. Esto se subraya con la escena de presentación del nuevo protagonista.
Carlos Gallardo se echa a un lado y, en una decisión un tanto demencial, Antonio Banderas, que ya había cruzado el charco, es elegido para portar la guitarra. Una animada actuación en un bar se corta con un memorable instante onírico sacado del cine de Lynch, y vuelve sobre los pasos de la película previa (trayendo al viejo villano, Moco), pero ofreciendo un final alternativo: el guitarrista no se vengó, y eso busca ahora. A partir de aquí la historia es un refrito de "El Mariachi", pero eliminando el elemento del protagonista doble y con escenas de acción mucho más espectaculares y mejor filmadas, además de estar todo rodado en inglés, claro.

Ahora el pobre héroe, con esa cara de inocente bonachón que tenía Gallardo, es reemplazado por un Banderas hasta arriba de cocaína que exagera sus gestos, su mirada, su forma caminar, de expresarse...es una exageración andante de principio a fin más próxima al Van Damme de "Blanco Humano" (y no sólo por los muchos guiños a John Woo, que tanto ama Rodríguez (una divertida secuencia de "The Killer" es aquí plagiada) ) y a un personaje que nos retrotrae a los pistoleros del "spaghetti western" más atípicos y comiqueros (Sartana, quien también usaba un montón de trucos y tenía armas escondidas).
Este mariachi ha salido de un cómic de aventuras, y da los pasos de su análogo de 1.992 en la misma dirección, cruzándose por casualidad con una atractiva muchacha, ahora Carolina en lugar de Domino (Salma Hayek, literalmente capaz de causar accidentes a su paso, y más ardiente que las miles de explosiones que hay), y también por casualidad (porque la casualidad es el "deus ex machina" de este guión) está bajo el yugo del villano, que del inquietante Peter Marquardt pasamos a Joaquim de Almeida con el nombre de Bucho, una versión algo más zarrapastrosa de su Félix Cortez de "Peligro Inminente".

Un villano muy subnormal hay que decir, porque sabe que su vida está en peligro...pero se dedica a disparar contra sus hombres, para ahorrar trabajo a los enemigos. Muy lúcido este planteamiento. Detrás no queda nada; quedan ensaladas de tiros filmados con cortes rápidos, diálogos de pena pronunciados con gravedad, sexo sudoroso, romanticismo fatalista de telenovela y el exceso de cómic que tanto gusta a Rodríguez, ¡ni Michael Bay le gana en locura explosiva! Eso la hace más digerible y divertida: la evidente autoconsciencia de su ridiculez, a pesar de tratar cosas como la corrupción, la pobreza y la violencia constante por culpa del tráfico de droga.
Pero sólo el personaje del niño puede hacernos reflexionar un poco, lo demás es un divertimento simple y con el clásico clímax desfasado "marca de la casa"; Gallardo tiene el privilegio de regresar con el arma más chula que se ha inventado: un estuche que lanza cohetes, propio de un anime. El toque gamberro y familiar termina de subrayarlo el sr. Tarantino, invitado estrella con una entrada al ritmo de "Pass the Hatchet" y uno de esos momentos legendarios de la Historia del cine (el ingenioso chiste de pollas y vasos que parece improvisado y filmado por él mismo); lástima que él haga sólo un cameo, porque es lo más recordado de toda la película.

Ni la no-química de los erotizados héroes protagonistas ni el imbécil giro final de pura telenovela (el origen de Rodríguez se hace patente). "Grindhouse" total sin más pretensiones que entretener, para ver en sesión doble con otro título de semejantes características e inteligencia. Y el estuche recogido presagiando otra secuela...
Se establece así el estilo implacable de este mariachi del cine que, como su homólogo norteamericano, tanto influenciaría en el "indie" de los '90. No es preciso mencionar la tremenda actuación de Cheech Marin y ese Danny Trejo cuya presencia no se sabe a qué viene, presagiando al futuro "Machete".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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