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Voto de Chris Jiménez:
5
Thriller. Intriga La psicóloga criminal Helen Hudson es especialista en asesinos en serie. Desentrañar las mentes de sus pacientes es un trabajo peligroso, tanto que uno de ellos está a punto de matarla. Ahora sufre de agorafobia y vive recluida en su apartamento con el temor de volver a escuchar la voz amenazante de un psicópata. (FILMAFFINITY)
23 de mayo de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre habrá algo en sus métodos, en sus impulsos, en su manera de recibir el estímulo empleando la violencia que le hará único, que le distinguirá de otro, pero...¿y si hubiera un asesino cuyo "modus operandi" respondiera a todos los modelos ya conocidos?

Desde luego un punto de partida de lo más jugoso para construir un "thriller" de primera, y dónde explotar mejor esta idea que en plenos años '90, cuando el cine policíaco fue reinventando las aristas de su universo e introduciendo un nuevo tipo de villano que ya había tenido el gusto de aparecer a mediados de la década anterior (pero no de una forma realmente imponente); a raíz de que "El Silencio de los Corderos" arrasara en taquilla, el suspense pasó a ser habitado por crueles y metódicos asesinos en serie cuyos perfiles se volvieron más complejos y oscuros, nada que ver a cómo se les representaba en los "slasher" de los '80.
Tan hondo caló esta ramificación del policíaco que de repente el cine "con asesino" se convirtió en el más rentable en aquellos años, aunque de todo se podía encontrar en su escaparate, desde grandes obras a mediocres producciones. Escrito a medias por Ann Biderman ("Las dos Caras de la Verdad", "Enemigos Públicos") y David Madsen y apadrinado por Arnon Milchan, apareció el guión de un nuevo "thriller" que volvía a explotar las claves del subgénero, el cual terminó cayendo (no se sabe muy bien la causa) en manos de un Jon Amiel al que la jugada de hacer una nueva versión de la francesa "El Regreso de Martin Guerre" no le salió precisamente redonda.

Pocas veces un personaje queda tan bien definido sólo a partir de su presentación como sucede con Helen Hudson, una eminente psicológa de criminología que ni corta ni perezosa afirma que los asesinos deberían ser objeto de estudio en lugar de condenarse a muerte y que donde más rápido se halla a un psicópata es entre los varones blancos de entre 20 y 30 años (ni las mujeres ni gentes de otras razas son propensas a asesinar porque ella lo diga...). Tras estas reveladoras palabras con las que no comulgo en absoluto, poco me importa a mí lo malo que le pueda ocurrir a esta señora, incluido el que sea amenazada de muerte por un chiflado que le tiende una trampa en el cuarto de baño.
Una introducción tan interesante e intensa como errónea. A partir de aquí, y como después veremos, las intenciones de Biderman quedan más claras (de hecho, todo hombre que aparezca en la película será un repugnante pervertido, maleducado, ignorante o asesino o simplemente morirá dejando el camino libre a las dos protagonistas, visión torcida de la pareja masculina de "Seven"). Pero volviendo a la trama, "Copycat" recurre a una de las premisas más usadas en el cine de asesinos en serie, tanto que a veces recordará a "Jaque al Asesino" y "El Silencio de los Corderos".

Esto es: la colaboración de la policía, muy perdida como siempre, con alguien experto en estos temas para desentrañar el misterio tras una serie de brutales homicidios de mujeres, ¿y quién mejor que una psicóloga? Unión entre esa improbable pareja de agentes (Monahan y Reuben, donde ella es la que toma las decisiones, ni que decir tiene) y Helen, que ha quedado recluida en su casa y afectada de agorafobia por el trauma vivido en el pasado (un hombre la cuida, homosexual..porque ellos no son capaces de matar a nadie, claro), forzada y previsible a más no poder.
Lo único que da interés a su implicación en el caso es el morbo que brota al establecer ella contacto con el asesino, quien, y ahí es donde reside el mayor atractivo de "Copycat", decide imitar minuciosamente a algunos de los criminales más famosos de la Historia, lo que inicia un juego de inteligencia y perversidad que logra atrapar al espectador pese a que el asesino, quien dicho sea de paso no posee ni un gramo de carisma, descubra su identidad ante nosotros demasiado temprano. Atrapar en el sentido más literal, pues Amiel, aunque poco ducho en este tipo de cine, demuestra nervio y talento para manejar el suspense, la tensión y modelar las atmósferas.

Atmósferas a menudo tan desasosegantes que hasta llegamos a sentir el mismo agobio y falta de oxígeno que embarga a la doctora en las situaciones más extremas; el director sabe cómo colocar la cámara, qué planos usar en el momento oportuno y cómo combinarlos con el sonido más adecuado, y todo ello soportando (la película) el lastre de su gusto por lo comercial, como siempre le ha ocurrido. Tras una secuencia que se inscribe como la más absolutamente innecesaria y despreciable del metraje (detallado en Zona Spoiler), la cacería gana en violencia e intensidad.
Y más aún cuando se da la extraña implicación del psicópata que tiempo atrás atacó a la doctora en el caso, lo que crea una significativa conexión entre ambos y el asesino imitador, conduciendo la trama a un lógico y necesario clímax que acaba con ella de forma circular (y muy precipitada y previsiblemente). Mientras Will Patton y Dermot Mulroney se muestran correctos y Holly Hunter no despierta en mí ni un mínimo de interés (la detesto desde que la descubrí en "O, Brother"), Sigourney Weaver acapara la atención en un papel complejo y profundo, que no agradable, y Harry Connick Jr. sorprende con su inquietante voz y colección de expresiones; no pierdo el tiempo en hablar del soso William McNamara.

Recibida con generosidad (demasiada) por la crítica y logrando un discreto éxito de taquilla, al final "Copycat" no oculta su condición, como su asesino, de querer imitar otros "thrillers" de suspense; lo intenta, pero no lo consigue, y sus agujeros, sus giros fortuitos y su peligroso subtexto no ayuda.
No es tan grotesca y elegante como "El Silencio de los Corderos", ni tan tenebrosa y asfixiante como "Seven" (estrenada en el mismo año y responsable de eclipsarla), ni tan retorcida y extrañamente fascinante como "Kalifornia". La obra de Amiel se queda a mitad de todo, pero al menos es interesante y entretenida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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