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Voto de Chris Jiménez:
9
5,7
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Ciencia ficción. Drama. Aventuras
El mundo sufre un auténtico apocalipsis a causa de la liberación accidental de un virus que había sido desarrollado para una guerra biológica. En la Antártida, donde el intenso frío evita la proliferación de estos gérmenes, se establecen algunas personas para sobrevivir e intentar repoblar el planeta. (FILMAFFINITY)
20 de setiembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los primeros rayos del Sol iluminan una tierra desconocida, muy silenciosa, un vasto páramo donde la vida es un sueño...
No es muy descabellado pensar, y más en estos días, que ése pudiera ser el terrible escenario en que se convirtiera nuestro planeta por culpa de los actos del ser humano. Nuestros actos.
El tema vírico dentro de la literatura llega a un punto culminante con la publicación en 1.964 de "Fukkatsu no Hi", escrito por el genio nipón de la ciencia-ficción Sakyo Komatsu, muy adaptado al cine y televisión ("Adiós, Jupiter, Adiós", "El Hundimiento de Japón", "Tokyo Blackout"...). El heredero de la editorial Kadokawa, Haruki Kadokawa, quien se centra en la literatura popular, decide entrar en la industria cinematográfica y hacer una monumental película de la novela, pero el proyecto es inviable y "La Amenaza de Andromeda" le pisa la exclusiva en cuanto a superproducciones basadas en catástrofes víricas...
Se prepara aun así una adaptación, creyendo Kadokawa en el gran éxito; para ello intenta contratar a célebres cineastas como George P. Cosmatos o John Frankenheimer. No obstante acaba en manos de un Kinji Fukasaku que también venía de dirigir grandes películas (la internacional "Los Invasores del Espacio" o "Kang Samurai"); si había un director japonés idóneo para afrontar tal proyecto desde luego era él. Junto a su colaborador Koji Takada reorganizan algunos detalles del extenso libro de Komatsu (en especial la época en que suceden los hechos: de los '70 a los '80) mientras los costes se elevan hasta convertirse la producción en la más cara de la Historia del cine japonés...
Un inquietante prólogo nos avisa sobre la ya desatada catástrofe y nos transporta así a una narración en "flashback" hacia principios de 1.982, cuando una intriga propia de los films de espías se desarrolla en un laboratorio bacteriológico de Alemania del Este; vemos la amenaza, el "MM-88", un virus creado casi por accidente capaz de infectarlo todo y resistir cualquier vacuna, una potente arma biológica según en manos de quién esté. El ritmo que imprime el veterano director a este primer arco de la película es veloz y vapuleante; asistimos ni más ni menos que a la quiebra de la Humanidad en su forma más amarga.
Con el "MM-88" liberado en las montañas no tarda en contaminar y hacer entrar en pánico a la población, en propagarse cual gripe normal, 100% destructivo e invisible. Un film como "Virus", visto en la actualidad, puede revolver el estómago del espectador debido a su tan premonitorio cariz, logrando lo que la mayoría de los títulos de catástrofes del cine americano jamás han podido: asustar por medio de un terror auténtico, palpable y reconocible. También, y al contrario que en éstas, no hay ningún héroe como tal; cada personaje es protagonista de su propia historia: el presidente Richardson, el doctor Tsuchiya, los miembros de la estación Showa, el dr. Yamauchi...
Sí que hay uno en el cual se centrará poco a poco y cada vez más la película, el joven sismólogo Shuzo Yoshizumi, en cuya vida personal nos inmiscuimos conociendo de paso a su esposa, la enfermera Noriko (lo cual fue eliminado de ese controvertido montaje para la distribución en EE.UU.). La primera hora de metraje se centra concienzudamente en la destrucción de la civilización, y no sólo sobre terreno estadounidense (otro fallo de muchas producciones catastrofistas); el terror llega a todas las partes del Globo y hemos de ser conscientes de ello.
Terror que primero se materializa con la invasión vírica y luego con la desestabilización de la sociedad por culpa de las paranoias y malas decisiones dentro del sistema militar y político (se usa convenientemente el fantasma de la Guerra Fría como principal catalizador de dichos errores); Fukasaku nos araña el alma con su demoledoramente sincera visión de lo que puede ser un desastre a escala mundial y, como siempre en su cine, vuelve a hacer gala de la filosofía más antigua para expresar la poca esperanza a la que puede aferrarse la Humanidad: "el hombre es un lobo para el hombre". Así pues, ¿qué queda tras el apocalipsis?
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Al fastuoso despliegue de medios se suma un reparto coral internacional que incluye a grandes glorias de la industria, tales como George Kennedy, Chuck Connors, Glenn Ford, Bo Svenson, Robert Vaughn, ese eterno villano que será siempre Henry Silva o el más joven Edward J. Olmos, junto a las estrellas niponas (algunas no muy conocidas quizás para el gran público) Sonny Chiba, Isao Natsuyagi, Ken Ogata, Tsunehiko Watase y ese magnífico Masao Kusaraki que se hace con las riendas del protagonismo de una forma natural (destacando sobre todos sus momentos la desoladora secuencia en el interior de la iglesia).
A pesar de su dura y descorazonadora visión del fin del Mundo, se decide rematar con un colofón ciertamente extraño viniendo de alguien como Fukasaku, y más propio de un director americano. Una oda final y conmovedora a la esperanza, al optimismo, en contra de todas las adversidades, que poco creíble resulta (a esas alturas de la trama...) y que no será del agrado de muchos. El montaje, lleno de tijeretazos para EE.UU., suprimiría ésto y otros importantes momentos, resultando un confuso y absoluto fracaso, sólo pudiendo colocar Kadokawa su film alterado en los medios de la televisión y el VHS.
En Japón, con su metraje de casi tres horas, obtuvo el debido reconocimiento como lo que es, una fábula épica que nos muestra, más que el 90% de los títulos conocidos y exitosos del género, lo que debe ser (excepto por su final) el cine catastrofista: áspero, oscuro, despiadado y aterrador.
Muy aterradora, insisto, vista hoy en día...pero al fin y al cabo, tras el caos, la muerte y la destrucción, si uno observa detenidamente, la vida puede ser...maravillosa.
No es muy descabellado pensar, y más en estos días, que ése pudiera ser el terrible escenario en que se convirtiera nuestro planeta por culpa de los actos del ser humano. Nuestros actos.
El tema vírico dentro de la literatura llega a un punto culminante con la publicación en 1.964 de "Fukkatsu no Hi", escrito por el genio nipón de la ciencia-ficción Sakyo Komatsu, muy adaptado al cine y televisión ("Adiós, Jupiter, Adiós", "El Hundimiento de Japón", "Tokyo Blackout"...). El heredero de la editorial Kadokawa, Haruki Kadokawa, quien se centra en la literatura popular, decide entrar en la industria cinematográfica y hacer una monumental película de la novela, pero el proyecto es inviable y "La Amenaza de Andromeda" le pisa la exclusiva en cuanto a superproducciones basadas en catástrofes víricas...
Se prepara aun así una adaptación, creyendo Kadokawa en el gran éxito; para ello intenta contratar a célebres cineastas como George P. Cosmatos o John Frankenheimer. No obstante acaba en manos de un Kinji Fukasaku que también venía de dirigir grandes películas (la internacional "Los Invasores del Espacio" o "Kang Samurai"); si había un director japonés idóneo para afrontar tal proyecto desde luego era él. Junto a su colaborador Koji Takada reorganizan algunos detalles del extenso libro de Komatsu (en especial la época en que suceden los hechos: de los '70 a los '80) mientras los costes se elevan hasta convertirse la producción en la más cara de la Historia del cine japonés...
Un inquietante prólogo nos avisa sobre la ya desatada catástrofe y nos transporta así a una narración en "flashback" hacia principios de 1.982, cuando una intriga propia de los films de espías se desarrolla en un laboratorio bacteriológico de Alemania del Este; vemos la amenaza, el "MM-88", un virus creado casi por accidente capaz de infectarlo todo y resistir cualquier vacuna, una potente arma biológica según en manos de quién esté. El ritmo que imprime el veterano director a este primer arco de la película es veloz y vapuleante; asistimos ni más ni menos que a la quiebra de la Humanidad en su forma más amarga.
Con el "MM-88" liberado en las montañas no tarda en contaminar y hacer entrar en pánico a la población, en propagarse cual gripe normal, 100% destructivo e invisible. Un film como "Virus", visto en la actualidad, puede revolver el estómago del espectador debido a su tan premonitorio cariz, logrando lo que la mayoría de los títulos de catástrofes del cine americano jamás han podido: asustar por medio de un terror auténtico, palpable y reconocible. También, y al contrario que en éstas, no hay ningún héroe como tal; cada personaje es protagonista de su propia historia: el presidente Richardson, el doctor Tsuchiya, los miembros de la estación Showa, el dr. Yamauchi...
Sí que hay uno en el cual se centrará poco a poco y cada vez más la película, el joven sismólogo Shuzo Yoshizumi, en cuya vida personal nos inmiscuimos conociendo de paso a su esposa, la enfermera Noriko (lo cual fue eliminado de ese controvertido montaje para la distribución en EE.UU.). La primera hora de metraje se centra concienzudamente en la destrucción de la civilización, y no sólo sobre terreno estadounidense (otro fallo de muchas producciones catastrofistas); el terror llega a todas las partes del Globo y hemos de ser conscientes de ello.
Terror que primero se materializa con la invasión vírica y luego con la desestabilización de la sociedad por culpa de las paranoias y malas decisiones dentro del sistema militar y político (se usa convenientemente el fantasma de la Guerra Fría como principal catalizador de dichos errores); Fukasaku nos araña el alma con su demoledoramente sincera visión de lo que puede ser un desastre a escala mundial y, como siempre en su cine, vuelve a hacer gala de la filosofía más antigua para expresar la poca esperanza a la que puede aferrarse la Humanidad: "el hombre es un lobo para el hombre". Así pues, ¿qué queda tras el apocalipsis?
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Al fastuoso despliegue de medios se suma un reparto coral internacional que incluye a grandes glorias de la industria, tales como George Kennedy, Chuck Connors, Glenn Ford, Bo Svenson, Robert Vaughn, ese eterno villano que será siempre Henry Silva o el más joven Edward J. Olmos, junto a las estrellas niponas (algunas no muy conocidas quizás para el gran público) Sonny Chiba, Isao Natsuyagi, Ken Ogata, Tsunehiko Watase y ese magnífico Masao Kusaraki que se hace con las riendas del protagonismo de una forma natural (destacando sobre todos sus momentos la desoladora secuencia en el interior de la iglesia).
A pesar de su dura y descorazonadora visión del fin del Mundo, se decide rematar con un colofón ciertamente extraño viniendo de alguien como Fukasaku, y más propio de un director americano. Una oda final y conmovedora a la esperanza, al optimismo, en contra de todas las adversidades, que poco creíble resulta (a esas alturas de la trama...) y que no será del agrado de muchos. El montaje, lleno de tijeretazos para EE.UU., suprimiría ésto y otros importantes momentos, resultando un confuso y absoluto fracaso, sólo pudiendo colocar Kadokawa su film alterado en los medios de la televisión y el VHS.
En Japón, con su metraje de casi tres horas, obtuvo el debido reconocimiento como lo que es, una fábula épica que nos muestra, más que el 90% de los títulos conocidos y exitosos del género, lo que debe ser (excepto por su final) el cine catastrofista: áspero, oscuro, despiadado y aterrador.
Muy aterradora, insisto, vista hoy en día...pero al fin y al cabo, tras el caos, la muerte y la destrucción, si uno observa detenidamente, la vida puede ser...maravillosa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Será algo que corresponde al segundo arco de la trama, situado unos meses después y concerniente a aquellos que han conseguido sobrevivir en las estaciones de la Antártida, cientos de personas abandonadas a sus instintos más primarios pese a intentar escudarse tras un falso nuevo orden político (ese Consejo Federal de la Antártida). Este es el Fukasaku que muchos no conocen; no el de las grandes producciones comerciales, sino el que desgajaba sin concesiones los miedos, los conflictos internos, las obsesiones y los odios de los protagonistas de sus feroces relatos de yakuzas y criminales.
Lo importante, al igual que en aquéllos, es la supervivencia de la especie, empleando los métodos necesarios y obviando algunas de las cuestiones morales y éticas más espinosas (doloroso ese momento en que las mujeres, en un número reducido, no tienen otra salida salvo convertirse en madres del "nuevo Mundo" a costa de prostituir sus cuerpos). Así esta siguiente hora profundiza en el miedo del ser humano a perder su identidad y su dominio sobre el Planeta, arrastrándonos a escenarios claustrofóbicos, implacables, de una tensión asfixiante bien zurcida por la mano maestra del cineasta; una interesante desviación, no obstante, lleva al film a otro nivel.
Y será esa misión suicida que, en mitad del terror causado por un gran terremoto que se avecina, deben acatar Shuzo y Carter sobre la detención de los misiles activados años antes (por el general Garland, paradigma de los crueles líderes militares tan propios de estas películas), preparados para terminar de rematar La Tierra.
Por medio de esta nueva carrera contrarreloj Fukasaku modela un argumento de trepidante aventura futurista, próximo a los parámetros novelescos más irreales, sirviéndole también de advertencia y castigo a los humanos, quienes jamás aprenden de los errores de su pasado (afirmado esto literalmente).
Lo importante, al igual que en aquéllos, es la supervivencia de la especie, empleando los métodos necesarios y obviando algunas de las cuestiones morales y éticas más espinosas (doloroso ese momento en que las mujeres, en un número reducido, no tienen otra salida salvo convertirse en madres del "nuevo Mundo" a costa de prostituir sus cuerpos). Así esta siguiente hora profundiza en el miedo del ser humano a perder su identidad y su dominio sobre el Planeta, arrastrándonos a escenarios claustrofóbicos, implacables, de una tensión asfixiante bien zurcida por la mano maestra del cineasta; una interesante desviación, no obstante, lleva al film a otro nivel.
Y será esa misión suicida que, en mitad del terror causado por un gran terremoto que se avecina, deben acatar Shuzo y Carter sobre la detención de los misiles activados años antes (por el general Garland, paradigma de los crueles líderes militares tan propios de estas películas), preparados para terminar de rematar La Tierra.
Por medio de esta nueva carrera contrarreloj Fukasaku modela un argumento de trepidante aventura futurista, próximo a los parámetros novelescos más irreales, sirviéndole también de advertencia y castigo a los humanos, quienes jamás aprenden de los errores de su pasado (afirmado esto literalmente).