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Voto de Chris Jiménez:
7
Musical. Thriller. Comedia. Terror La familia Katakuri acaba de abrir una casa de huéspedes en las montañas, pero con la mala fortuna que su primer cliente se les suicida. Para evitar problemas deciden enterrarlo en el jardín. Las cosas no mejoran con su segundo cliente: un famoso luchador de sumo que muere teniendo sexo con una menor.... (FILMAFFINITY)
22 de setiembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un director que para bien o para mal te sorprende, te deja estupefacto con las idas de olla que se inventa, con las paranoias que imagina.
Takashi Miike es así, le encanta predicarlo a los cuatro vientos con cada película que hace.

Se ve que en el 2.001 no le pareció suficiente con "Family", el elaborado y denso fresco yakuza "Agitator" y las excesivas "Ichi, the Killer" y "Visitante "Q" ", que tuvo que terminarlo con la aventura de los Katakuri, una familia japonesa que se lleva muy bien, que a lo mejor tiene alguna pelea, pero que permanece unida contra toda adversidad. Una familia que decide abrir un albergue por decisión del padre, Masao, pero que no encuentra en él fortuna, precisamente...sobre todo cuando los clientes no dejan de morir en él. Tras un prólogo de cuatro minutos absolutamente demencial nos plantamos en casa de esa adorable familia.
Los padres, el hijo, la hija y su niña y el abuelo. Qué bonito todo, sí señor. Inspirándose en la coreana "The Quiet Family", de Kim Jee-woon, y con una idea sobre el concepto familiar muy luminosa en comparación a la que planteó en "Visitante "Q" ", Miike se vuelve muy optimista, ¡la mar de optimista!, y sus personajes van reivindicando a todo trapo la felicidad y el beneficio de la unión. Pero también es interesante la manera que tiene el nipón de concebir la atmósfera en el que está representado este clima de amor y bienestar tan cálido. Una atmósfera malsana, plagada de un humor negro aberrante, de unos desvaríos hacia el surrealismo más bizarro que apabullan (bueno, lo de los muñecos de plastilina es un puntazo) y de una mezcla de ingredientes tan dispar como la comedia, el suspense, la violencia y el romance...¡pero si hasta tenemos "zombies" y canciones!

Ya ven, a mí que el género del musical nunca ha llamado mi atención (salvo en "Cantando Bajo la Lluvia", por supuesto), y llega el sr. Miike y lo hace más interesante de lo que jamás hubiera podido creer; toda esta amalgama de elementos viene a decirnos que el director, una vez más y no por primera ni última vez, está desatado. Que debemos abrocharnos los cinturones y disfrutar del viaje delirante y lleno de emoción que nos ha cocinado durante algo menos de dos horas; un auténtico derroche salvaje de imaginación que, sí, como en casi todas sus películas, su trama parece estancarse de cuando en cuando en ciertos momentos...
Pero demonios, esta vez no me ha importado, ya que me ha conseguido entretener de principio a fin y dejarme boquiabierto todo el rato, cosa que muchos otros trabajos del cineasta, igual de descacharrantes, no habían hecho antes ("Yatterman", "Osaka Tough Guys", "The Mole Song" o "Yakuza Apocalypse", por ejemplo). Y me ha dejado boquiabierto por lo retorcida que es, por las vueltas que ofrece el argumento con un afilado humor negro que ya le gustaría a Tarantino o Kitano igualar (incluso a la "Very Bad Things" de Peter Berg), por lo original de sus elaboradas e hilarantes coreografías, por lo extremadamente grotesca que es en muchas ocasiones, y por esos personajes tan maravillosos. Y es que es difícil no enamorarse de los Katakuri.

Del matrimonio, Masao y Terue (Keji Sawada/Keiko Matsuzaka), tan llenos de ese optimismo contagioso; de la madre de la niña, Shizue (Naomi Nishida), tan dulce y tonta, la pobre, desesperada por estar con un hombre; o del abuelo, Jinpei (un envejecido Tetsuro Tanba, estrella de estrellas del cine nipón), que con su serenidad y osadía hace lo posible por sostener a su familia ante los males que continuamente la acechan. Aunque también es difícil olvidarse de ese luchador de sumo que acaba muriendo, del capullo esquizofrénico de Richard, que engaña a Shizue, o de ese asesino que aparece hacia el final (donde ya si que se la va la pinza al director) encarnado por Kenichi Endo, actor fetiche de Miike.
Un final apoteósico que redondea de forma alucinante e inimaginable un film que se queda entre lo mejorcito de la filmografía del nipón (y eso que después de ésta vendrían pocos títulos...), y que pone de manifiesto que Miike pertenece a esa estirpe de cineastas únicos, que son capaces de crear el universo que les venga en gana y que sólo se rige por los códigos del mismo, no importándoles en absoluto si resulta demasiado increíble para algunos. Un universo de ensueño para dejarse llevar y huir de la realidad, para sumergirse sin pensar en sus mágicas aristas olvidando que ahí fuera hay un mundo exterior, seguro que mucho más oscuro y pesimista.

Si eso logra hacerlo una película con el espectador entonces el visionado ha merecido la pena, y "La Felicidad de los Katakuri" la merece (...a pesar, eso sí, de haber sido un "remake").
Para los que busquen un buen musical que se dejen la estupidez esa de "La La Land" y que vean esta película, una suerte de "Sonrisas y Lágrimas" en un ecléctico mundo de muerte y amor que ni siquiera las imaginativas mentes de Seijun Suzuki, Umetsugu Inoue o Nobuhiko Obayashi hubiesen podido concebir.
Chris Jiménez
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