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Voto de El hombre martillo:
9
Drama. Bélico En el Japón medieval, el poderoso señor Hidetora decide abdicar y repartir sus dominios entre sus tres hijos. El menor considera que la idea es absurda y sólo servirá para causar problemas. Su padre, enfurecido, lo deshereda. Muy pronto descubrirá su error: la ambición hará que sus hijos mayores se enfrenten por el poder en una cruenta guerra. Se inspira en el drama de Shakespeare "El rey Lear". (FILMAFFINITY)
14 de febrero de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ran (en japonés 乱, que significa caos, miseria) es la última película épica –y obra maestra– de Akira Kurosawa (1910-1998), uno de los mayores cineastas del siglo XX. Realizada a sus 75 años y producida por el francés Serge Silberman (habitual de Luis Buñuel), la cinta despliega la sabiduría y excelencia artística de toda una vida en apenas tres horas, durante las cuales el tiempo queda suspendido. El autor la definió como “una serie de acontecimientos humanos observados desde el cielo”.

La historia de Ran, como la de Korol Lir (1971), la extraordinaria película del ruso Grigori Kozintsev, está basada en la obra teatral de Shakespeare “El Rey Lear”, representada por primera vez en 1606 y cuyo tema principal es la ingratitud filial. Kurosawa traslada la tragedia al entorno medieval japonés, inspirándose en la antigua leyenda de las tres flechas del daimyō Mōri Motonari (1497-1571), el soberano feudal más poderoso de la Región de Chūgoku durante el Período Sengoku.

Lúcida y pesimista reflexión de la condición humana, Ran es un jidaigeki (drama japonés) ambientado en el siglo XVI que muestra la caída del viejo Hidetora Ichimonji (Tatsuya Nakadai), un señor de la guerra que decide abdicar en favor de sus tres hijos (hijas en “El Rey Lear”): Tarō, Jirō y Saburō. A partir de ese momento, su reino se desintegra debido a las luchas de poder entre su prole, marcada por la ambición, la envidia y el odio. Ante ello, el Gran Señor Ichimonji sufre un severo quebranto psíquico que le conduce a la locura, hundiéndose su clan en la traición y la venganza. Según Stephen Prince, Ran es “una crónica del ansia implacable de poder, la traición al padre por parte de sus hijos y las omnipresentes guerras y asesinatos, que destruyen a todos los personajes protagonistas”.

Aclamada por sus poderosas imágenes y subyugante belleza plástica, todo en Ran es monumental: el presupuesto (el más alto hasta entonces del cine japonés), el número de extras (1.400), la puesta en escena (entre intimista y épica), el vestuario de Emi Wada (ganador de un Oscar), la dramaturgia, la psicología de los personajes, la precisión narrativa, la duración y composición del plano, la fotografía y el inmejorable uso de la luz y el color.

Sea dicho que Kurosawa, en sus inicios talentoso pintor, elaboró un storyboard o guión gráfico compuesto por 862 dibujos que le sirvieron para entender y previsualizar la película antes de filmarse. Mención aparte merecen las sangrientas batallas, que con un tratamiento del montaje y el sonido ejemplar son como un perfecto ballet cinematográfico. Por su parte, las interpretaciones –poco naturales– también son brillantes, sobresaliendo la de Mieko Harada como la fría y manipuladora Lady Kaede (sucedánea de Lady Asaji/Lady Macbeth de Trono de Sangre, 1957), una de las nueras de Lord Hidetora.

Cine, literatura, poesía, teatro, ópera, danza, pintura… Ran es la obra culminante y más ambiciosa de un hombre que se sabía en la cúspide de su arte. Magnífico fresco histórico y lienzo de formato panorámico, la película de Kurosawa permanece como una de las cumbres del cine de todos los tiempos.

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El hombre martillo
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