Si en algo coinciden las dos versiones es en la excelente labor realizada por el personaje principal. Tanto Bridges como Wayne se ganan a pulso la credibilidad del espectador, ambos llevan la esencia que la dirección pretende otorgarles. Y no puedo evitar acordarme y siempre para bien de la película de Clint Eastwood “Sin perdón”. No es que sean iguales ni mucho menos, pero sí que entiendo, guardan ciertas similitudes visuales y el fondo de la historia es igualmente dramático. También debo decir que no soy ningún devoto enamorado del cine de los Coen, pese a que me encantan “Fargo” y “El gran Lebowski”, encuentro su cine (por lo general) tan falto de sentido como de contenido. “Valor de ley” sin embargo tiene con todo, una receta mucho más jugosa, que parte del elemento más recurrido del western, “la venganza”, un punto de arranque poco original pero que abre muchas puertas. Como en “Sin perdón” los Coen pretenden reflejar la dureza extrema que en todas las épocas ha sufrido la mujer y lo complicado que tenían llevar una vida tranquila. Si en el film de Eastwood eran unas prostitutas las que reunían el dinero para pagar a un sicario que ejerciera de ejecutor de la ley, en este será la fragilidad de una niña la que reunirá el valor para hacer lo propio contratando a un agente de la ley que de caza y lleve ante la “justicia” al hombre que mató a su padre. Los Coen se toman su tiempo a la hora de redactar cada uno de los sucesos, así de manera minuciosa veremos como una niña, en apariencia inofensiva, será capaz de utilizar su desventaja como mujer y menor de edad en su favor, socavando psicológicamente a sus opuestos masculinos con tretas más elaboradas para poner la fuerza en su favor y ganarse su confianza. William Munny/Eastwood era un asesino despiadado, atormentado por los fantasmas de sus víctimas, Cogburn/Bridges es algo más cerebral y aparentemente un brazo de la justicia que en no pocas ocasiones hace las veces de juez, en ambos casos los personajes de avanzada edad están en un punto en el que se preguntan ¿qué ha sido de sus vidas? y ¿cómo han llegado a donde están?, buscando un último acto de redención, sirviendo a una causa más noble que les exonere de sus pecados pasados.