Vuelve y juega: Dos mujeres, Christine y Nicole -la primera, la actual esposa, y la segunda, su ex-amante- hartas del carácter dominante y despótico de Michel Delasalle -codirector del Instituto que lleva su apellido-, comienzan a pensar en la idea de pasarlo a mejor vida (¿?) y reconquistar su libertad. Su plan luce perfecto: Han pensado en la coartada… se han procurado unos buenos testigos… y el golpe final, está calculado en todos sus detalles.

Christine es católica y está bien nutrida de sentimientos de culpa y del temor al castigo divino, y esto la dispone a reacciones nerviosas bastante peligrosas. Por su parte, Nicole es atea y esto la lleva a actuar con plena frialdad, convencida de que su razón es la que dicta lo que está bien y lo que está mal, y su propósito -así parece-, es sentirse libre del yugo que, Michel, les ha impuesto a ella y a su amiga.

Los detalles para mostrar que, efectivamente, las mujeres -y hasta los niños de la institución donde laboran-, son víctimas de un tipo prepotente, están en el des-orden del día… pero, la trama no va a ser nada simple y muchas cosas van a pasar desde el momento en que, las dos mujeres, deciden sacar avante su “perfecto plan”.

Henry-Georges Clouzot, director que venía de lucirse con la exitosa, “Le Salaire de la Peur”, vuelve a dar en la diana con otro suspenso que nos mantiene aferrados a la silla desde los primeros minutos, pero, sobre todo, en la segunda parte de la trama donde la intriga hace de las suyas con total acierto.

El guion, escrito por el propio Clouzot, en compañía de Jérôme Geronimi y otros colaboradores, parte de la novela, “Celle qui n’etait plus” (1952), uno de los primeros éxitos de librería de Boileau-Narcejac (seudónimo de Pierre Boileau y Thomas Narcejac, con el cual firmaron 43 novelas, un centenar de cuentos y 4 obras teatrales). Con las libertades necesarias, el resultado es un buen thriller muy bien adosado en sus porciones de terror y de suspenso… y un reparto impecable que incluye a Simone Signoret, Véra Clouzot, Paul Meurisse y Charles Vanel, entre otros, se encargará de que todo funcione como un reloj… y si uno hace la vista gorda a algunas cosillas que no lucen demasiado lógicas (la estrecha y confiada relación entre la esposa y la ex-amante; la incapacidad del director para comprender que el licor lo está afectando extrañamente; la permanencia dentro de la piscina y su salida de incógnito…), y consigue acordarse de que las tomas con backprojection, de mitad del siglo XX, no eran muy logradas, va a pasarla estupendamente con una película que sigue poniendo los pelos de punta a muchos espectadores.

<<LAS DIABÓLICAS>>, (título un tanto exagerado), es cine francés del que siempre se recuerda.