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Voto de Natxo Borràs:
8
Drama A finales del siglo XIX, la mansión Amberson es la más fastuosa de Indianápolis. Cuando su dueña, la bellísima Isabel, es humillada públicamente, aunque de forma involuntaria por su pretendiente Eugene Morgan, lo abandona y se casa con el torpe Wilbur Minafer. Su único hijo, el consentido George, crece lleno de arrogancia y prepotencia. Años más tarde, Eugene regresa a la ciudad con su hija Lucy, y George se enamora de ella. (FILMAFFINITY) [+]
1 de diciembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Orson Welles no tenía bastante con decaer el imperio de William Randolph Hearst con su ficción recreada en “Ciudadano Kane” (1941) sino que se puso inmediatamente manos a la obra en adaptar una novela de Booth Tarkington sobre la decadencia de una aristocrática familia, anclada en su época (mitad del siglo XIX hasta sus albores con la irrupción de la Industria de la Automoción), partiendo de una distanciada amistas con un prometedor hombre de negocios que prefiere los caballos del automóvil a los de carruaje… Son tiempos de cambio pero los decorados siguen allí… Entre bailes, disputas, conversaciones… Eugene Morgan (Joseph Cotten) será prácticamente el único testigo exterior de lo que se cierne en la mansión de la familia Amberson: cuna de su amada Isabel (Dolores Costello) que, tras una noche de fiesta en la mansión familiar y en la que Eugene se emborracha más de la cuenta, lo abandona prefiriendo al apuesto pero rígido Wilbur Minafer (Don Dillaway) con quien se esposará y tendrán un hijo, George (Tim Holt), mimado, maleducado y extrovertido… Su caracterización representa el pilar base para fundamentar el Cuarto Mandamiento que según la Biblia dictamina la honradez hacia los padres. Y el drama se desencadenará cuando intentará pretender a Lucy (Anne Baxter), la hija única de Eugene.

Una película clave no solo para entender la desestructuración argumental caracterizado por unos personajes intensos, bajo la sigilosa supervisión de Welles, sino como la devoradora industria hollywoodiense (la RKO) descontentó al gran cineasta obligándole a eliminar escenas. El cien, en temprana edad, ya sufría recortes y presiones de toda clase. Tal vez, como revulsivo a un director que les iba demasiado grande en talla. Pero “The Magnificient Amberson” sigue conservando la magia y la rigidez de las grandes obras clásicas en blanco y negro.
Natxo Borràs
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