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Voto de Natxo Borràs:
7
Aventuras. Drama El héroe griego Darío (Rory Calhoun), que se encuentra en Rodas disfrutando de unos días de descanso, verá perturbado su sosiego debido a una revuelta de esclavos que luchan contra la opresión del perverso tirano de la isla, que buscará la alianza de los fenicios para aplastar la rebelión. (FILMAFFINITY)
27 de marzo de 2010
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
El ateniense Dario (Rory Calhoun) llega a la isla de Rodas invitado por la alta nobleza pero en vistas de que se produce una insurrección encabezada por Periocles (Georges Marchal) debido al apoyo envenenado que tiene el rey con los fenicios liderados por Thar (Conrado San Martín), con el fin de hacer matingala de su enorme vigilante que además de ser un buen vigía en el horizonte, arroja ardientos brebajes de aceites a quienes cruzan navegando bajo sus pies aposentados firmemente en los muelles.

Co-producción hispano italiana, rodada en exteriores cántabros aunque de un modo increíblemente veraz se asimila al caluroso mediterráneo custodiado bajo el Sol y las tranquilas aguas del Mare Nostrum. Todavía no reconocido mundialmente, Sergio Leone dirigió una más que aceptable película épica, tomando como buque insignia el custodio gigante de piedra que significó para muchos de los habitantes de la isla de Rodas, un símbolo para el pueblo y efígie militar para otros. Es en éste último aspecto que el futuro padre de los “spaghetti-western” se centra en exponer un talón de Aquiles aclamado por el orgullo, el egoísmo y el deseo de combatir o aliarse a un presunto enemigo (Rodas pertenecía a los griegos aunque estaba algo alejada e ignorada a de Athenas que solamente les interesaba como punto estratégico y para los enemigos vecinos una ventaja para aprovecharse y llevarse una buena parte del pastel).

No es el mejor film de Leone (había que darle cuerda y tiempo al tiempo para probar su maestría) ni tampoco una gran película sobre la antigüedad clásica. Se sale de tema si la clasificáramos en la lista del “cine de romanos” (estamos en la antigua Grecia) y a su vez sería injusto, porque sigue los cánones de éste tipo de cine. Por otro lado, los actores espabilan lo suficientemente bien en lo referente a las escenas de lucha, pero su carga intelectual en desempeñar una función dramática no roza de lo lineal. Y olvídense aquí de esos primeros planos de ojos sudorosos, música morriconiana, peste, sudor y, mucho menos, balas de fogueo que el maese Leone no tenía aún esbozado en mente.
Natxo Borràs
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