Antes de ir al cine a ver la nueva cinta de Rober Eggers, director que, al menos, ya se ha ganado la etiqueta de director de culto y quedará por ver si se convierte en un referente de este siglo, volví a ver El faro y vi también La Bruja, por lo que iba con la idea de ver una cinta que continuará con el estilo y el tono de sus anteriores trabajos. Daba la casualidad de que me acompañaban otras personas que, desconociendo al autor, esperaban un espectáculo de sangre, acción y que sirviera de acompañamiento para un paquete enorme de palomitas de maíz. Lo cierto, es que la película logró un equilibrio entre el cine de autor y el blockbuster convencional.

La cinta nos traslada a la Escandinavia del Siglo X y seguiremos la historia de venganza de un príncipe nórdico que debe huir de sus tierras tras el asesinato de su padre, a manos de su tío. Hasta aquí, es un comienzo muy genérico, que ya habremos visto muchas veces en diversos medios, pero la trama va ganando complejidad a medida que se van desarrollando los personajes que intervienen a lo largo de la cinta, y además se van intercalando momentos de realismo mágico, folclore y deconstrucción narrativa que van enriqueciendo la historia. Uno de los grandes aciertos del guion es que en el tramo final no intenta imponer una interpretación única de la historia, algunos espectadores encontrarán una crítica hacia ciertos vicios propios del ser humano, mientras que otros, podrán ver un ensalzamiento de otras virtudes, algo personalmente que me encanta de este tipo de películas, ya que son este tipo historias las que invitan a la reflexión y el debate.

Dentro del elenco de actores, todos hacen un trabajo que va desde el aprobado al notable, destacando por encima de los demás Nicole Kidman, quien sabe aprovechar al máximo a las posibilidades que le brinda su personaje y logra darle varias capas de profundidad a su papel, incluso en momentos en donde su personaje aparece en un segundo plano. También quiero destacar a Dafoe, actor que repite con Eggers y que encandila con el histriónico personaje que le toca interpretar.

Al igual que el Faro y La Bruja, The Northman destaca por un apartado audiovisual fuera de la norma. Una fotografía espectacular de Islandia que va desde lo expresionista y, a veces, llega a tener un parecido con el western; planos secuencias a tutiplén, sobre todo, en las escenas de acción, que no dejaran a nadie sediento si lo que buscaba era sangre en esta cinta; también hay que señalar a música, que aunque no tenga un tema muy destacable, se pone al servicio del apartado visual, con ritmos y cánticos, que parecen provenir de un mundo cruel y salvaje, una música que te pone en la piel de un berserker. Todos estos elementos nos harían pensar en que hubiera logrado Refn con su Valhalla Rising de haber tenido un presupuesto similar al de esta cinta.

En definitiva, estamos ante una cinta fuera de lo común, que puede hacer las delicias de los fans de Eggers y de los que buscan acción similar a la de Conan el bárbaro, porque, y esto lo digo en serio, Eggers casi sin proponérselo se ha posicionado como un heredero del estilo de John Millius, tanto así que Arnold Schwarzenegger solo tendría que hacer un par de llamadas a las productora, convencer a Eggers para que se ponga en la silla de director y ya estaría todo listo para un Conan el Rey.