Una película dura, por la desnudez del dolor. No es nada complaciente. Pero, por momentos, es muy liberadora. Imposible no verse reflejada en muchas cosas.

Lo mejor, para mí: el tratamiento de los cuerpos de las mujeres, sin filtro ni idealización alguna. Aunque tampoco es fácil sostenerle la mirada a este retrato del cuerpo-carne, siempre presente; al lado tan orgánico, físico, natural, frágil... de los cuerpos.

Hay algo muy oscuro en la atmósfera de esta película, y también algo muy dulce. La membrana que separa la vida y la muerte (o la visión del cuerpo como algo muy real, muy frágil, muy alejado de lo eterno) parece más fina ahí dentro. El dolor queda pequeño y anecdótico, como un relato lejano, bajo la lente de las estaciones y el tiempo.

También destacaría la diferencia entre interiores y exteriores, que alcanza un significado muy bello y evidente. Dentro está la vulnerabilidad, la intimidad, la escucha atenta y respetuosa. La complicidad. Fuera, el poder del grupo, la fuerza para enfrentarlo todo.