El talento de David Serrano para la comedia quedó sobradamente demostrado en la antecesora de esta película, “El otro lado de la cama”, y en “Días de fútbol”, que él mismo dirigió. No cabe duda de que Serrano se mueve como pez en el agua en este género del que no siempre sale airoso el cine patrio y que a menudo nos regala obras donde el humor se confunde con la chabacanería y el mal gusto.
David Serrano, insisto, pertenece a la raza de la alta comedia, ésa que se hace a base de situaciones divertidas en las que el enredo juega un papel fundamental y propicia la carcajada o la sonrisa sin necesidad de recurrir a lo escatológico. “Los dos lados de la cama” fue comedia en estado puro y supo unir a público y crítica porque la propuesta conjugaba perfectamente calidad y comercialidad. Su segunda parte, esta que nos ocupa ahora, es más de lo mismo, pero a mi modo de ver no había necesidad de hacerla.
Debe elogiárseles a Serrano y Martínez Lázaro que la película no es un fiasco y funciona bien como segunda parte, pero se echa de menos la frescura que imperaba en la primera aunque se vea con agrado y parecida hilaridad. No obstante, esa grata continuidad que nos impide aborrecerla no puede ocultar lo forzado del guión en algunas secuencias ni lo reiterativo del argumento, si bien el largometraje funciona como entretenimiento correcto para pasar el rato y olvidarse después.